“Voy x la paz” llevó varios meses de preparación previa. Desde la Fundación para la Democracia Internacional, la institución organizadora, confirmaron que la idea surgió en febrero, cuando el presidente Guillermo Whpei asistió a un evento en donde se encontró con grandes premios Nobel de la historia y comenzó a soñar una jornada en la que cinco de ellos pudieran encabezar una acción por la paz en la ciudad de Rosario.
El ansiado viernes 9 de junio por fin llegó. Desde muy temprano, una larga fila de personas se congregó en la puerta de la Bolsa de Comercio donde se realizaría la jornada. El protocolo de entrada era de lo más meticuloso. Se debía pasar por varias barreras de policías hasta llegar al auditorio, además de contar, de manera excluyente, con una inscripción previa sin costo. Para quienes no pudieron anotarse antes de que se agotara la capacidad, así como para los transeúntes rosarinos, se colocó una pantalla led en la Plaza Pringles, justo delante de la puerta del edificio donde se llevaba a cabo la jornada.
Pasadas las nueve de la mañana, la sala estaba prácticamente llena para el primer panel que presidió nada más y nada menos que Rigoberta Menchú Tum, una hondureña que dedicó su vida a la defensa y reconocimiento de los pueblos originarios de América Latina antes y después de recibir el premio Nóbel de la Paz en 1992.
Todos los paneles iniciaron con un discurso del premio Nóbel que invitaba a la reflexión sobre la temática planteada y, a partir de esto, se daba inicio a una conversación con el resto de los invitados e invitadas. Rigoberta tomó la palabra con lágrimas en los ojos. Algunas corrieron por sus mejillas cuando recibió el aplauso caluroso de los asistentes. La empatía con el público fue inmediata. Desde la humildad compartió sus vivencias.
Luego se dio inicio a un panel de lujo compuesto por Adolfo Pérez Esquivel (premio Nóbel de la Paz Argentina 1980, con quien se notó que Menchú tiene una relación afectuosa), Ramsés Vargas Lamadrid (rector de la Universidad Autónoma del Caribe), Facundo Manes (neurólogo y neurocientífico), César Acuña (político y empresario de Perú) y Rafael Pérez Taylor (director de Investigaciones Autónomas de la UNAM). El panel se centró en el tema: “Educación para la paz”. Se desencadenó un debate armonioso, ya que todos estaban atravesados por la realidad y la educación latinoamericanas. Las palabras de Menchú Tum fueron citadas y recalcadas por sus compañeros. Escuchá un fragmento de su discurso haciendo click acá.
Apenas finalizó el primer panel, comenzó el segundo de la mañana cuyos ejes fueron la transparencia, la democracia y la paz. Esta vez, el homenajeado y encargado de llevar adelante la mesa fue Oscar Arias Sánchez, ex presidente puertorriqueño, premio Nóbel de la paz de 1987. Leyó un discurso formal y académico en el que argumentó que la falta de transparencia hace a la corrupción y, por lo tanto, a la pérdida de la democracia y de la paz. Además disertó sobre la importancia de tener y mantener democracias verdaderas, no sólo en las urnas sino también en las instituciones.
El premio Nóbel de la paz hizo una analogía con los personajes de la novela Don Quijote de la Mancha, e invitó al auditorio a ser Quijotes y Sanchos Panzas. Escuchá el audio haciendo click acá.
La conversación que luego surgió con el resto de los invitados, Shirin Ebadi (premio Nobel de la Paz 2003), Guillermo Whpei (director de la Fundación para la Democracia Internacional), Marcelo Cavarozzi (Dr. en Ciencia Política de la Universidad de California) y Esteban Actis (Dr. en Relaciones Internacionales de la UNR), fue menos armoniosa y fraterna que la del panel anterior. Cavarozzi puso en cuestionamiento dos afirmaciones que estuvieron presentes en el discurso de Arias Sánchez: “Todos los políticos son iguales” y “La democracia representativa no sirve”. Alertó que hay que tener mucho cuidado con esas aseveraciones porque las democracias actuales no pueden no ser representativas. Sin embargo coincidió en que hay que llevar a cabo una lucha contra la corrupción y la desigualdad.
Por su parte, Esteban Actis agregó que actualmente en América Latina estamos frente a una crisis de gobernanza regional, y citó los ejemplos de Brasil, México y Venezuela. Sin embargo, aclaró que vivimos en la zona de paz más importante del mundo. “En América Latina hay ausencia de conflictos interestatales”, dijo y puntualizó que, a pesar de esto, en el plano doméstico hay una falta de transparencia y un aumento de corrupción y de déficit democráticos que están llevando a un crecimiento de la violencia urbana y de problemas que tienen que ver con el crimen organizado y el narcotráfico.
Pasadas las dos de la tarde, y con algunos minutos de retraso, comenzó el tercer panel, “Memoria, Paz y Perdón” encabezado por Adolfo Pérez Esquivel, una reconocida y querida figura argentina, galardonado con el premio Nobel en 1980. La razón principal de dicho reconocimiento fue que, durante la última dictadura cívico militar en nuestro país, no se acobardó y defendió los derechos humanos, buscando siempre la no-violencia y la lucha pacífica. Su presentación fue recibida con un caluroso aplauso de todo el auditorio, y sus palabras generaron congoja y ternura. Su discurso se centró mayormente en relación a la importancia de la memoria para poder construir un presente, a cómo ésta ayuda a preservar la identidad y la cultura de un pueblo. Para escuchar parte de lo que dijo, hacé click acá.
Nuevamente, los panelistas eran excepcionales. Se trató de Susana Trimarco (mamá de Marita Verón), Carolina Píparo (víctima de violencia en salidera bancaria), Rubén Chababo (ex director del Museo de la Memoria de Rosario) y nuevamente participó Rafael Pérez Taylor (director de Investigaciones Autónomas de la UNAM). Todas las palabras que enunció con anterioridad Pérez Esquivel fueron llenadas de sentido con los testimonios de Susana Trimarco y Carolina Píparo, quienes viven día a día entre perdonar o no perdonar, dejando en claro que el perdón y la justicia son cosas diferentes y que sin justicia no hay paz. Sus intervenciones conmovieron al público y, si bien sus casos son por demás de conocidos, cada vez que los recuerdan generan en sus receptores, al menos, piel de gallina. Las dos mujeres, aunque sufrieron lo que nadie debería sufrir, aseguraron que se sienten en paz.
Luego, llegó el turno de las mujeres. El tercer panel, “El rol de la mujer en la construcción de la paz” fue precedido por la iraní Shirin Ebadi, premio Nobel de la paz 2003 y acompañado por un panel puramente femenino. Ebadi fue la primera mujer jueza de su país, lo que la hizo ser perseguida y discriminada por su propia nación. Desde ese momento comenzó una lucha fuertemente activista, pero pacífica, para defender los derechos de todas las mujeres.
Claramente, su idioma es muy diferente al español. Incluso las palabras amables y al mismo tiempo fuertes que Ebadi compartía con el público sonaron frías. Por fortuna, la Premio Nobel estuvo acompañada por una muy buena traductora española que supo captar cada palabra y transmitirla al público con la misma emoción con la que previamente Ebadi las enunciaba, haciendo que la barrera cultural no fuera un impedimento para la comprensión e interiorización del discurso. El tema de discusión también proporcionó una ayuda a la hora de comprender, al ser la violencia de género un tema, lamentablemente, universal. Ebadi compartía las experiencias vividas como mujer en su país y las presentes en el público sabían perfectamente de qué se trataba. Por eso, por momentos, el público estallaba en aplausos, avalando lo que aquella iraní compartía. En esta presentación, y en todo este cuarto panel, se dio algo que no había sucedido en otros, que fue la fuerte intervención del público presente, evidenciando la vigencia de la temática. Para escuchar sus palabras, hace click acá.
Las mujeres que conformaron el panel, sin duda, son mujeres fuertes. Regresó, ahora como panelista, Rigoberta Menchú Tum, acompañada por María Fernanda Rodríguez (abogada defensora de los derechos de las mujeres), y permanecieron del panel anterior Susana Trimarco y Carolina Píparo. Cada una de las panelistas pudo exponer su punto de vista, lo que resultó, al final, muy interesante, al ser tan diferentes los campos de acción de cada una de ellas. Menchú Tum enfatizó la situación de las mujeres de los pueblos originarios. Rodríguez, por su parte, puso en juego cuestiones legales, agregando un condimento nuevo y especial. Tanto Trimarco como Píparo volvieron a revivir sus historias, ahora enfocándolas desde sus lugares. Se logró un diálogo entre las panelistas, de lo más armonioso, ya que todas coincidían en la defensa de los derechos de las mujeres. Sin duda cumplió la expectativa que se tenía de un gran panel.
Llegó la hora del último panel, presidido por otra lengua distinta al castellano. El homenajeado esta vez fue Lech Wałęsa, político y sindicalista polaco, premio Nobel de la paz 1983. Su lucha, siempre pacífica, se centró en defender los derechos de los trabajadores en una Polonia que se encontraba bajo el régimen comunista. Lech Wałęsa encabezó marchas, huelgas generales, además de fundar el primer sindicato libre del bloqueo soviético, el Sindicato Solidaridad. Muchos años después, en una ciudad argentina, al otro lado del mundo, Wałęsa defiende y sigue aun con su lucha. Con una personalidad histriónica y carismática, logró que todo el público empatizara con él. Incitó a buscar nuevas formas de pensar el desarrollo, que implique medios más pacíficos. Para escuchar lo que dijo, hace click acá.
Sin duda éste fue el panel más polarizado y politizado de todos. Lo integraron un ex presidente puertorriqueño (Oscar Arias Sánchez), el Secretario General Nacional del Movimiento Evita (Emilio Pérsico), un politólogo (Julio Bárbaro), un dirigente sindical (Juan Carlos Schmid), y un empresario, director de la fundación que los congregaba (Guillermo Whpei). Aunque la expectativa de debate en este panel era alta, éste no se pudo profundizar
Luego de una extensa jornada de debates, ideas y figuras, el día concluyó con la promesa de reencontrarse la tarde siguiente en la explanada del Monumento a la Bandera para darle el cierre perfecto a esta “acción por la paz”.
Los premios Nobel de la Paz, lamentablemente, parece que han perdido peso e importancia. Hoy en día, este reconocimiento ha perdido el prestigio que se merece, al ser otorgado a personalidades que distan de ser pacíficas. Estos cinco premios Nobel, que galardonaron la ciudad de Rosario con su presencia, vinieron a dejar un importante mensaje. Desde sus lugares, contando sus experiencias, compartiendo sus conocimientos, enseñaron a los rosarinos que no hace falta tener un Premio Nobel para hacer paz. Cada una de estas figuras atravesaron luchas durísimas, y cuando cualquier otro pudo haber respondido por la violencia, ellos lo hicieron en nombre de la paz, defendiéndola como el tesoro que es. He ahí la importancia del “Premio Nobel”, no como un galardón que se queda estacionado en una vitrina, sino como un recordatorio, una insignia que clama “Yo pude”. “Yo pude hacer paz cuando el mundo clamaba violencia”; “yo pude no bajar los brazos y seguir adelante”; “yo pude no doblegarme ni rendirme aun cuando las cosas estaban difíciles”; “yo pude hacer paz”. La paz es una acción conjunta, lenta, que requiere muchos sacrificios, pero en un mundo como el contemporáneo, donde parece que todo se soluciona por la violencia, la paz es, sin duda, el mejor camino a transitar.
Por Josefina Dunger, Sofía Sachetti y Florencia Manasseri. Estudiantes del Seminario Ciberculturas 2017.