“La primer tecnología es el dedo”, expresa la semióloga Lucrecia Escudero, Licenciada en Letras en la UNR y colaboradora de teóricos de la talla de Eliseo Verón, Paolo Fabbri y Umberto Eco, que recuerda la imagen de sus pequeños nietos jugando en la computadora. Es que para Escudero, la tecnología es restrictiva y la mediatización no empezó con el comienzo de la humanidad. Según ella los dispositivos técnicos son objetos históricos, con anclajes de testigo, estratégicos y con anclajes de época muy remarcables.

Siguiendo esta línea, la licenciada en letras destaca dos grandes momentos en el desarrollo de la tecnología, y entre ellos hace especial hincapié a la aparición de la web 2.0, la que considera que realiza un gran cambio en la narratividad y temporalidad de la generación afectada. “Un momento clave es la web y la aparición de la subjetividad en la web. Las nuevas tecnologías de la visibilidad empiezan con la televisión, las novelas de Balzac cuentan cómo la gente se juntaba para ver a Napoleón cuando pasaba, esa visibilidad dependía de la co-presencia comunicativa, de la presencia, del relato. Con la aparición de la TV hubo una primera fuerte mediatización”, explica Escudero.

El segundo momento, destalla la especialista, es el actual. “Estamos atravesando la era de la convergencia tecnológica como explica Jenkins, y esto da origen a la muerte de los medios, estamos asistiendo a la muerte de la cultura de masas, en el momento en que aparecen nuevos enunciadores, ustedes que suben sus contenidos en la web y que mandan mails y entran al espacio público con twitter estamos frente a una inversión de la pirámide de McQuail, que empezamos a estudiar en el ‘86, donde los medios estaban en la punta y abajo el consumir, mientras que el modelo en que estamos en la convergencia es uno de netwok, aparecen nuevos enunciadores”, destaca Lucrecia.

Entre diversas modificaciones sociales que produce la aparición de la web, cobran una importancia fundamental el cambio en la narratividad, de las personas que comienzan en las plataformas virtuales a crear su propios perfiles a través de narratividades que conforman su realidad. “Estamos en medio de una revolución tecnológica”, decía Verón, y así lo recuerda su compañera.

 Temporalidad

La web 2.0 también afecta, y de manera considerable, la temporalidad. Distorsionando el tiempo presente, acelerándolo, volviéndolo eterno e incidiendo en la forma y la calidad en que las personas plantean y experimentan sus proyectos de vida.

“En este escenario del antes y después de la web, hay que tener en consideración la transformación de la temporalidad estudiada por los discípulos de Habermas; allí explican por qué nos parece que el tiempo va más rápido y que la vida se nos escapa, y es por las nuevas tecnologías”, cuenta y agrega la licenciada: “Se produce la aceleración del tiempo y también hay una convergencia única de las 3 generaciones: viejos para ver, adultos para trabajar, niños para jugar e investigar, hay 3 o 4 generaciones que conviven, lo cual modifica la temporalidad porque es un presente continuo que abuela el pasado y no proyecta hacia el futuro, es en alguna medida, una nueva metáfora del fin de la historia”.

La transformación de la temporalidad implica también transformación del individuo, la temporalización de sí mismo, la fatiga de “ser yo”. Los individuos transcurren este eterno presente con la necesidad, y obligación, de controlar permanentemente (que se dice de él, en que fotos lo etiquetan, dónde lo mencionan, etc.) las infinidades de plataformas a las que se ven conectados (Facebook, Twitter, LinkedIn, etc.) y mantenerlas actualizadas.

Así se termina rompiendo con el tradicional esquema de vida que consistía en la idea de tener una carrera, casarse, tener hijos y morir y eso es gracias a las nuevas tecnologías, a la inmediatez.

 Visibilidad

“Cada uno busca su look. Como ya no es posible extraer argumentos de su propia miseria o de su propia virtud, de su propia autenticidad o de su propia mala conciencia […], cada uno se ve obligado a aparecer por si, sin preocuparse de ser y ni siquiera exactamente de ser mirado. Eso es el look […], una especie de ingenuidad publicitaria donde cada uno deviene en el empresaria de su propia apariencia, de su propio artificio. Hay en esto una pasión nueva, la de seres sin ilusión sobre su propia subjetividad […], pero tanto más fascinados por su propia actuación” (Jean Baudrillard, extracto de “Video, culto al cuerpo y ‘Look’”, seminario Jaque de Montevideo, 25-01-1985.). Hace ya 20 años que el sociólogo francés Jean Baudrillard escribió estás palabras y, a pesar del tiempo, parecen acompañar a la exposición de Lucrecia.

Con esta nueva subjetividad que acarrea la Web 2.0, toma fundamental importancia el qué mostramos de nosotros a los otros, como construimos nuestra propia narratividad. Es el individuo el que se construye a sí mismo, eligiendo que facetas suyas mostrar o creando fachadas totalmente novedosas que poco tengan que ver con la realidad offline.

¿Qué es lo que el actor puede hacer en internet? Diseñar su propia identidad, presentar lo mejor de sí o levantar una nueva desde cero. Gracias al carácter multiplataforma de esta nueva red, hoy en día una persona de carne y hueso puede tener y mantener hasta cuatro tipos de identidades online, cada una con distinto tipo de cercanía, en tanto fiabilidad, con la persona física original; yendo desde el “mostrarse totalmente”, hasta el “ocultarse totalmente”.

Autores: Pablo Bracco, Belén Corvalán y Caterina Weller, estudiantes del Seminario Ciberculturas, ciclo 2014.