110991_rosarioA las 16 horas del día miércoles 3 de junio ponía la pava al fuego para preparar el mate mientras esperaba a mis compañeros para ir juntos a la marcha. Sí, a la marcha del día, del mes, del año.  A la marcha que haría historia, a la marcha que llamaron #NiUnaMenos y que fue convocada por las redes sociales y se hizo presente en todas las ciudades de la Argentina.

A los pocos minutos suena el timbre de casa, bajo con el mate listo al encuentro de mis compañeros y emprendemos viaje hacia el Monumento Nacional a la Bandera donde se daba cita la marcha.

En el camino les conté que era la primera vez que iba a una marcha, no por desvalorizar las otras, pero fue la única vez que sentí la necesidad de estar, de involucrarme, de ser parte de la historia, de poder cambiar las estructuras que venimos arrastrando.

A unas cuadras de casa nos topamos con la gente que circulaba desde la plaza Montenegro hacia el Monumento, y nos sumamos rápidamente entre banderas y cantos de jóvenes militantes.

Entre mates y fotos nos fuimos adentrando en la convocatoria muy tímidamente y, una vez en el lugar, nos quedamos quietos un rato mientras el monumento se iba colmando de gente. Entre los asistentes había varones, mujeres, estudiantes y familias. También, familiares de víctimas de la violencia de género, dirigentes políticos y sociales. Los asistentes portaban banderas con la consigna que se multiplicó en las redes sociales y carteles con el reclamo de protección a víctimas.

1Lo que fuimos a pedir a la marcha, entre otras cosas, era frenar los femicidios, luego de los casos que veníamos viendo y escuchando por los medios de comunicación. Como sabemos, el término femicidio es político, es la denuncia a la naturalización tendiente de la sociedad hacia la violencia sexista.

El femicidio es una de las formas más extremas de violencia hacia las mujeres, es el asesinato cometido por un hombre hacia una mujer a quien considera de su propiedad.

Pese a que no hay estadísticas oficiales sobre la violencia contra las mujeres en Argentina, especialistas sobre esta problemática advierten que, lejos de disminuir, la cantidad de femicidios en el país en 2015 igualaría, o incluso superaría, lo registrado en 2014: 277 mujeres y niñas murieron por cuestión de género.

Se nos hace necesario citar a Marcela Lagarde,  una gran maestra feminista latinoamericana, que habla sobre los pliegues de la construcción del amor tradicional patriarcal, tal como lo conocemos. El amor como cautiverio, el amor como opresión: “No concibo el amor sin el análisis del poder”, advierte. Explica que “muchos hombres anticipan verbalmente la violencia física, la violencia económica, patrimonial y no les creemos hasta el día que actúan: te destruyen tus cositas, te cortan tu ropa, te empujan”. Marcela propone “nuevos modelos de convivencia y cuidados distintos, con solidaridad y con responsabilidad”, partiendo de que las mujeres antes que nada sean egoístas, se conozcan y crean en sí mismas.

Volviendo a la marcha, observo que tal vez estas miles de personas pensaron que también era hora de involucrarse, pensaron que tocamos fondo, que llegamos lejos, que nadie se hacía cargo de nada, que estábamos solos, que era algo que habíamos naturalizado y que había llegado la hora -por fin- de pedir justicia. Pienso que sentían esa necesidad de estar ahí presentes tanto como yo lo sentía.

imagesNo hubo disertantes, ni tampoco escenarios, no hizo falta una sola palabra para expresar por qué nos reunimos. Sólo los aplausos que resonaban desde lejos bastaron para demostrar que estábamos presentes y dispuestos a cambiar las cosas, o por lo menos a intentarlo. Estábamos ahí para luchar por los derechos de miles de mujeres, para decir de una vez por todas BASTA.

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Unidas somos mucho más fuertes

El tema es complejo, somos todos parte de esta lucha, somos todas mujeres, hijas, madres, esposas, hermanas, novias que nos unimos, que nos revelamos contra ese sistema patriarcal que nos enseñó que estaba bien que la mujer cumpla «tal» rol, o que estaba bien la dominación del hombre por sobre la mujer, y puras charlatanerías. Pero, ¿sabes qué? nos dimos cuenta de que si nos unimos nadie puede contra nosotras, que unidas somos mucho más fuertes, que esta lucha recién comienza y que no tenemos miedo a nada, porque nadie puede decidir qué hacer con nosotras, nadie tiene el derecho sobre nuestro cuerpo ni mucho menos sobre nuestro corazón. Eso es lo que yo fui a pedir a esa marcha, eso es lo que necesito gritar y decir que a pesar de lo complejo, las mujeres podemos más, que todas esas víctimas no están solas, que estamos ahí, que vamos a poder cambiar las cosas y que todo el universo conspirará para que cada una de nostras pueda ser libre y tener los derechos que cualquier ser humano, sin importar el género, las preferencias políticas, la religión, ni el color, se merece.

Quiero ese futuro para todos, quiero que todos seamos uno, que nos respetemos, que podamos convivir a pesar de las diferencias, quiero que todas las mujeres del mundo, salgan y griten bien fuerte, vamos a estar bien, vamos a poder. Quiero que alguien se haga cargo de que algo está pasando, quiero justicia por las mujeres que no tienen voz, quiero que no haya un caso más y, con esto grito más fuerte, que nunca NI UNA MENOS.

Estoy convencida de que el amor al fin y al cabo es el que triunfará y que por fin ese amor se transformará en justicia.

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Las mujeres tenemos esa capacidad   de transformar el dolor en alegría.

«Podemos transformar todo ese miedo en algo más productivo.»

Para seguir investigando sobre la marcha y el tema que nos compete nos reunimos con Marina Boldrini, militante del ALDE del centro estudiantes de psicología. Muy amablemente, y con ganas de charlar sobre esta problemática, nos cuenta que viajan junto con el centro ya hace varios años al encuentro de las mujeres , en el que participan como mínimo 16 mil mujeres. El año pasado participaron 70 mil, y agrega:  «Nos juntamos mujeres de diferentes lugares, edades, ideologías, ocupaciones, es muy diverso”. Nos explica y nos da pie para empezar la entrevista programada.

-¿En qué consiste el encuentro?

Marina: Hay diferentes comisiones sobre temáticas que nos importan, es muy amplia. Hay comisiones que suelen ser sobre la mujer y la violencia, mujer y trata de personas, mujer y juventud, mujer y aborto, hasta comisiones más amplias como mujer y tiempo libre o mujer y trabajo. Cada una elige a dónde ir y debatimos y se arma como un guión que se escribe en un libro que sirve para el encuentro del año siguiente. Lo que se destaca del encuentro es la marcha de todas las mujeres que asisten. Es muy linda, muy alegre, muy colorida, hay mucha unidad. Nosotras entendemos que el encuentro de mujeres es una lucha de 3 días por nuestros derechos que han ido cambiando a lo largo de la historia. Nos ha servido para cuestiones como el divorcio, la ley de ligadura de trompas, y muchas otras cosas relevantes para las mujeres. Así fue que hace 3 años empezamos a hacer con la Facultad de Psicología un grupo de trabajo barrial con mujeres; empezamos a ir a un barrio e íbamos aprendiendo de ese grupo y aportándole ciertas cuestiones. Nuestra lucha en cada facultad es por la igualdad de derechos con los varones, muchas veces sufrimos discriminación o sufrimos acosos, abusos en la facultad, ya sea de los estudiantes o docentes.

-¿Cuál fue el objetivo al asistir a la marcha? ¿Qué es lo que fueron a pedir?

Marina: Nosotros propusimos una consigna muy clara, propusimos ni una menos, que no esté contemplada por la política, ni una menos que se muera por el hecho de ser mujer, ni una menos desaparecida. Estamos en una situación de emergencia, hoy ser mujer es casi un riesgo mortal, mueren mujeres cada 30 horas por violencia, muere 1 por día por aborto clandestino y ni hablar de la trata de personas. De hecho, un dato importante es que las 30 horas ya no es una estadística oficial, no existen las estadísticas oficiales. Esa estadística está hecha por una ONG que releva las tapas de los diarios nacionales y con esa característica no es clara la realidad inmediata de cuántas son realmente las mujeres que sufren este tipo de violencia, ya que la estadística que se genera es de cada vez que la muerte de una mujer aparece en la tapa de un diario, entonces, ¿las que no aparecen en la tapa?. No es fácil que una mujer que muere por cuestiones de género salga en la tapa de un diario, es necesario mucho movimiento por parte de la familia y de las mujeres del lugar, porque en general es algo que se esconde.

-¿Crees que el único que puede resolver este problema es el gobierno?

Marina: Ahora estalló un problema en donde hay muchos que se están queriendo lavar las manos, cuando en realidad tienen la posibilidad de resolverlo. La violencia de género es un problema de salud pública, el Estado puede resolverlo. Hay una ley de violencia que arrancamos con el movimiento de mujeres, pero esa ley recibió en el 2013 el % 0,0028 del presupuesto. En el 2014 recibió el % 0.0026 y en el 2015 el %0.0016. Hoy el presupuesto nacional que hay para cada mujer en la Argentina anualmente es de $0.80. Si estuviéramos en un país en donde no hay plata se podría entender, pero el tema acá es a qué se destina la plata. En esto hubo muchas agrupaciones políticas que jugaron a decir “la culpa es de los tipos”, cuando un hombre mata a una mujer realmente es culpable, responsable. Pero no sólo ese hombre mató a esa mujer, estas mujeres que mueren tienen 40 denuncias hechas y que dos años después de muertas las llaman a declarar. Entonces, no fue solamente el hombre quien la mató, fue el estado que la abandonó. Todos estos que tienen el poder, que están en algún lugar del Estado, que tienen el poder de resolver, ellos dijeron que hay que luchar en contra del machismo, yo estoy de acuerdo, pero no por eso no vamos a tomar medidas concretas. Mientras luchamos en contra del machismo tomemos medidas concretas. Entonces después aparecen estas cosas de que los hombres en general son culpables. Nosotras no estamos de acuerdo con eso, ¿cuántos chicos de escuelas técnicas que eran cursos de varones solos fueron a marchar?, nosotras decimos que el hombre tiene que luchar con nosotras por la igualdad. Hay muchos pibes que se ponen de este lado. Esto de marcar a los hombres como los culpables, esto de que aparecen en las redes sociales las “feminazis”, todo eso, la gran conmoción social que hay alrededor de esto hace que las cosas se exageren un poco.

-¿Qué les dejó de positivo y negativo la marcha?

Marina: Si vos te pones a ver la historia siempre tuvo una lucha en relación a la mujer, siempre que hubo una crisis fueron las mujeres las que trataron de resolverla. Es la primera vez en la historia de este país que se sale a la calle por nosotras, por nuestros derechos. Y desde los pueblos, a las ciudades grandes, todo el mundo se movilizó. Se calcula que son más de un millón de personas las que salieron, fue algo muy grande, y yo creo que esto no fue un final, fue un comienzo, es una olla que se destapó que es muy difícil volver a tapar. Ahora fijate, los medios de comunicación, si le pasaba algo a un nenito, por ejemplo, si lo mataba su padrastro, le echaban la culpa a la madre. Hoy en día se aclara que esa madre no podía hacer nada porque ella también era víctima de la violencia. Ahora por lo menos ya no escuchamos que le pega porque le gusta…

-¿Pero de qué se trató la marcha?

Marina: Yo creo que cuando la mujer se pone tan efervescente hay mucha gente que se asusta y aparecen todo tipo de comentarios. Pero más creo que ganamos una gran batalla porque la mayoría de la sociedad cambió la forma de pensar o empezó a ver las cosas de modo distinto. Esto fue algo muy grande y podemos ganar el decreto emergencia con esta lucha. Cuando se decreta se realiza inmediatamente y se destina una partida extraparlamentaria, esto implica que la ley que tenemos ahora reciba un presupuesto mayor, implica que así los profesionales se podrían capacitar.

-¿A qué se destinaría el presupuesto mayor?

Marina: Por ejemplo, para que haya una casa de tránsito que implique que si una mujer sufre violencia y depende económicamente del hombre que la ejerce, que por lo general así ocurre, que a su vez tenga un subsidio transitorio para que pueda sobrevivir con sus hijos. Además para aquellas mujeres que necesitan un tratamiento psicológico, que necesitan volver a recuperarse.

-Se piensa mucho en la mujer golpeada y: ¿qué hacemos para que el hombre no golpee?

Marina: Destinar presupuesto, por ejemplo, se podría ayudar a que docentes del primario, del secundario y del terciario, para que tengan herramientas para poder educar a los pibes de otra manera. Para que las mujeres entiendan lo que les pasa a ellas. Creemos que se pueden hacer muchas cosas. El problema es que como vivimos en una sociedad machista, nos educamos en una sociedad machista. Es un problema muy profundo que nos va a llevar mucho tiempo poder cambiarlo, poder transformarlo. Primero tenemos que atender a lo que está ocurriendo porque hay mujeres que pueden morir y mientras tanto, que no es secundario, ir trabajando por otras cosas. Porque la igualdad tiene que ser posible sin que nadie retroceda, ningún hombre tiene que perder un derecho, las mujeres tenemos que bancar los nuestros. Con un debate social profundo podríamos cambiar las cosas. Ahora, ¿Qué pasa con el golpeador, con el violador? Ellos son hijos del sistema porque les enseñaron que ser “hombre” es imponerse, que la mujer tiene que ser sumisa, que la mujer no le tiene que contestar, él es un “gran macho” por hacer lo que hace. Ahora bien, hay casos en la intelectualidad que dicen que la mujer golpeada es una mujer masoquista. La mujer golpeada no es golpeada porque le gusta, la mujer es golpeada porque tiene miedo, porque no puede irse por medios económicos o porque cree que eso es normal.  Para mí el violador tiene que ir preso, el golpeador tiene que ir preso,  tenemos que tratar de que estos casos no sucedan y, cuando suceden, tenemos que tomar las medidas correspondientes. Y que las cárceles no sean un depósito de violadores, que en las cárceles también sucedan cosas que puedan ayudar a que esta sociedad se transforme. Esto es un debate muy largo y muy complejo y hoy tenemos una emergencia y como tal no tenemos una cosa más importante, para lo cual hay muchas cosas por hacer. Lo que hay que resolver, es que no se muera la piba que se va a morir mañan. Sabemos que mañana nos puede tocar a nosotras o alguna conocida y que no sólo ocurre en “tal barrio”, pasó a todos los planos. Lo que creo en cuestión a lo que pasó con Chiara es que demostró un fenómeno social que se viene dando. Antes las mujeres golpeadas eran casadas, con hijos, el ama de casa. Hoy con seis meses de noviazgo violento una piba puede terminar muerta. Cada vez ocurre más rápido, yo creo que eso también se destapó. El otro día una amiga dijo una frase que repito mucho “Si no conoces a una mujer que sufre violencia, es porque no te lo contó.”

-Las mujeres sufrimos micro-machismo, micro-violencia, es el piropo que te dicen en la calle, es el miedo que tenés cuando te vas a tomar un colectivo a la noche y tu miedo no es que te roben el celular, tu miedo es que te lleve la trata y no aparezcas nunca más, tu miedo es que venga un pibe y te suba a un auto y te viole.

Marina: Lamentablemente somos muchas las que sufrimos violencia, yo vi como a mi mamá le pegaban y sufrí violencia psicológica durante muchos años. Si vos te pones a “revolver” en la historia de una mujer aparecen muchas cosas y generalmente las que luchamos por esto es porque nos toca profundamente, algunas es por simpatía, solidaridad, pero de alguna manera algo te une. Pero está bueno porque podemos transformar todo ese miedo en algo más productivo. La lucha de las mujeres es hermosa, nunca vas a ver un grupo de mujeres marchando llorando, siempre estamos con pancartas coloridas y cantamos con muchísima alegría. Las mujeres tenemos esa capacidad de transformar el dolor en alegría.

Por Ornella Jacquelin, Lucía De Luca, Tatiana Hariki y Manuela Oviedo. Estudiantes del Seminario Ciberculturas 2015.