Cobertura del Panel: “De amores y odios. La ciencia en los medios de comunicación masiva” del COPÚCI 2013.
Viernes 13 de septiembre, 11.20 hs. Esta reportera llega a la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) para participar de uno de los paneles del 3er. Congreso Internacional de Comunicación Social de la Ciencia (COPÚCI), un espacio de debate en el que se busca abordar, desde el campo teórico y práctico, la relación de la ciencia y la tecnología con la sociedad con diferentes disciplinas y enfoques.
Como indica el programa me dirijo al segundo piso del edificio, aula 303; un puñado de personas se acredita en las mesas designadas y conversa mientras toma café.
-Disculpame- le digo a una de las organizadoras -¿el aula 303?
-¿Venís para la charla de las 11.30?- pregunta, y yo asiento -Se pasó a la 103.
Agradezco la información y vuelvo a bajar los dos pisos de escaleras hacia la planta baja. El aula 103 es la más grande de la Facultad, donde se dan las clases teóricas de primer año de las cuatro carreras que aquí se dictan. Faltan aún diez minutos para el comienzo programado de la charla y el salón ya está casi al límite de su capacidad. Veinte minutos más tarde, cuando Hugo Berti toma el micrófono y comienza a presentar a los expositores, la gente sigue entrando con bancos y sillas a cuestas, y pasadas las 12 del mediodía ya hay oyentes parados en el fondo del aula y otros sentados en el piso apoyados contra las paredes.
El panel se llama “De amores y odios. La ciencia en los medios de comunicación masiva” y durante sus dos horas de duración cinco expositores hablarán de la relación entre la producción de conocimiento científico y su divulgación en los medios masivos, desde los libros hasta la televisión, pasando por la radio y los medios gráficos.
El primero en recibir el micrófono fue Diego Golombek, doctor en Biología (UBA), docente de la Universidad Nacional de Quilmes, investigador del CONICET, escritor y divulgador de la ciencia. Encarando el tema con histrionismo y lucidez, su exposición se basó en tres preguntas fundamentales: ¿qué contamos de la ciencia? ¿quién cuenta? ¿cómo se cuenta?.
Sobre el ¿quién hace comunicación pública de la ciencia en medios masivos?, Golombek se interrogó: ¿es una pregunta pertinente?. Su respuesta fue un rotundo sí; actualmente ésta es una cuestión pertinente que se inscribe en la “eterna lucha entre la ciencia y el periodismo”, a la que planteó como un “debate entre el bien y el mal”, aunque nunca se sabe cuál es el bueno y cuál el malo en esta controversia. Puso como ejemplo dos revistas, la revista Ciencia Hoy, donde la ciencia es contada por los mismos científicos, y la revista Exactamentedonde el equipo de trabajo está conformado por periodistas científicos, y planteó que aunque éstos son dos modelos diferentes y realmente antagónicos, no tienen por qué serlo. Su planteo fue que, en tanto y en cuanto se respete el rigor científico, “todo vale” para contar la ciencia, y que habría que “aprovechar lo mejor de cada mundo” para hacerlo.
Sobre el ¿qué se cuenta? respondió que “obviamente se cuenta ciencia” pero en dos versiones: en una se cuenta la “ciencia profesional”, es decir la investigación, mientras que en la otra se cuenta la ciencia “como curiosidad, como el hacerse preguntas”. Golombek opinó que la tarea de contar investigaciones científicas hoy se hace “y se hace bien”, mientras que en el terreno de contar la ciencia en su segundo modo queda muchísimo trabajo por delante. A modo de ejemplo, el expositor trajo a colación el caso de Carl Djerassi, químico, novelista y dramaturgo vienés que participó en 1951 en la investigación que resultó en la creación de la píldora anticonceptiva, y que participó en diferentes documentales y series televisivas para difundir la ciencia. Mientras Djerassi hablaba de “ciencia en ficción”, Golombek comentó que prefiere hablar de “ciencia de contrabando”, que es esa ciencia que llega a los espectadores “cuando no se espera: en un partido de fútbol, en un programa de cocina”, porque según sus propias palabras: “nadie quiere que lo evangelicen en ciencia, la ciencia genera anticuerpos”. Una cerrada carcajada remarcó su comentario.
Finalmente, sobre el ¿cómo comunicar ciencia?, Golombek señaló que la ciencia no tiene noticias y que el trabajo del periodismo científico debería ser rescatar de procesos lo que puede llegar a resultar noticioso, haciendo interesante esos puntos para su consumo. Su planteo, que sería retomado más adelante por los siguientes expositores, fue que hay que tener en cuenta el formato que se usa para contar la ciencia, ya que cada formato plantea “infinitas posibilidades”. Así, explicó que durante muchos años lo que primó en televisión fue el formato “plantas y escritorio, donde se usaba el plano y contraplano entre dos personas que tenían una planta, generalmente un potus, en el medio” (y de nuevo las risas y las cabezas moviéndose afirmativamente recorrieron el aula) y que eso “no es televisión”. “Vos no vas a cambiar las reglas del formato porque estés comunicando ciencia”, apuntó, y eso aplica tanto a la televisión como a los libros. “En los libros sobre divulgación se olvidan de la literatura”, dijo.
Finalmente, como ejemplo de todo lo que habría que hacer en televisión, Golombek señaló el ejemplo de la serie El ascenso del hombre, primer serie de la BBC dedicada a la comunicación de las ciencias sociales, que actualmente se puede ver por Youtube. “Hay que estar dispuestos a correr riesgos”, concluyó su exposición, “porque cuando hacés eso la comunidad científica te aleja. Pero es un riesgo que hay que estar dispuestos a correr”.
Terminada la exposición de Golombek llegó el turno de Antonio Mangione, biólogo, docente de la Universidad Nacional de San Luis e investigador del CONICET, quien utilizó como eje de su relato su experiencia como conductor y productor del programa radial La búsqueda, donde desde el año 2002 se dedica a difundir la ciencia a la comunidad. En un relato enriquecido con anécdotas y chistes que lograron captar la atención del público, Mangione volvió sobre el tema de concentrarse en los procesos de la ciencia y no tanto en los resultados. “Quizás usar el resultado como una excusa para hablar de los procesos”, señaló, y continuó: “Mostrar lo que la ciencia oculta, las tensiones. Y no correr detrás de las noticias sino tomarnos el tiempo”.
A continuación, Mangione apuntó contra tres puntos que están naturalizados en el pensamiento sobre la ciencia. En primer lugar, se extendió sobre la distinción entre el saber académico y el saber que también es saber experto pero que se construye a través de la experiencia. “A lo mejor hablamos sobre guanacos, y en el programa hoy llamamos a un científico que los estudia y mañana a un hombre que trabaja esquilando guanacos desde joven”, ejemplificó. Para él, resulta importante remarcar que el referente sobre un tema no necesariamente tiene que ser un científico y señaló que su papel como comunicador es rescatar esos otros saberes que son producto de la experiencia y ponerlos al mismo nivel que los producidos por las investigaciones científicas. En sus palabras, se trata de “horizontalizar el conocimiento, en el sentido de que el saber se construye cuando se comparte”.
En segundo lugar, Mangione habló de rescatar a las ciencias sociales, ya que cuando se habla de ciencia generalmente se piensa en la física, la química, la matemática o la biología. En este sentido, señaló que La búsqueda tiene puesto el énfasis en temas como el arte, las problemáticas de género, la historia y la psicología.
FInalmente, el expositor apuntó contra la centralidad en el discurso. Hay que perder el miedo a preguntar, hay que atreverse a ser un enunciador que se anima a no saber “y hay que hacerlo explícito en el discurso”, dijo, y continuó: “hay que mostrar al saber como saber incompleto”.
Al cerrar su exposición, Mangione manifestó su preocupación por las visiones hegemónicas que se filtran en el discurso, por las frases naturalizadas y las visiones estereotipadas de la ciencia que circulan en los medios masivos, y ejemplificó con frase del estilo “somos un país subdesarrollado” y “sin alimentos transgénicos no va a alcanzar la producción para alimentar a la población mundial”. “La ciencia no es neutra, no hay frases gratuitas, tienen que ser discutidas”, apuntó.
A continuación fue el turno de Valeria Román (Twitter: @valeriaroman), licenciada en Comunicación Social de la UBA, periodista científica del diario Clarín, escritora y ex vicepresidenta de la Federación Mundial de Periodistas Científicos, quién hizo referencia a los reproches que la ciencia le hace al periodismo, entre los cuales destacó: que lo que se cuenta en el periodismo rara vez es lo que dice en los papers; que a la ciencia se le dedica poco tiempo y poco espacio, por lo cual no se puede dar cuenta de la complejidad de los procesos; y que hay una falta de interés en ciertos temas importantes, desplazándose el eje de atención hacia temas “risueños”. La periodista científica señaló que, si bien muchas veces estos reproches son completamente justificables, muchas veces el científico se pone en la posición del poseedor de la verdad de lo que tiene que ser contado y de cómo tiene que ser contado, cuando en realidad no conoce o no comprende cómo funcionan los medios masivos de comunicación.
Por otra parte, señaló que los periodistas se encuentran ante una serie de desafíos para mejorar en su tarea de comunicar la ciencia. Entre éstos desafíos mencionó el tomar con seriedad la investigación, el dar cuenta de que las investigaciones no son producto de personas aisladas sino de equipos de trabajo, el dejar de lado el sexismo y mostrar que en la ciencia las mujeres trabajan a la par de los hombres, y, un punto recurrente en todas las exposiciones, reflejar los procesos de la investigación y no sólo los resultados.
“Lo interesante es que estamos por fuera del campo científico, que no tenemos intereses en el campo científico, no hay sesgo, entonces el periodista tiene más libertad para comunicar las tensiones”, finalizó Román.
El cuarto y penúltimo expositor fue Claudio Martínez, director de El Oso Producciones y productor general de Científicos industria argentina, Alterados por Pi, Artistas de la ciencia, Mujeres de ciencia y Cazurros al cuadrado, entre otros ciclos científicos, quién comenzó diciendo que “la relación entre la TV y la ciencia es una relación de amor y de odio, de amor porque la ciencia es buena, es importante, y de odio porque no genera audiencia y en cambio genera problemas: la televisión es síntesis, la ciencia es desarrollo”. Un poco haciéndose eco de lo que había dicho Golombek, Martínez partió de tres puntos: quién cuenta la ciencia, qué se cuenta y cómo.
Sobre el quién, el productor planteó que los científicos deben prepararse para trabajar en los medios y que los periodistas deben prepararse para hablar de ciencia. En cuanto al qué, Martínez señaló que con su programa Científicos Industria Argentina (que se puede ver por YouTube y en el sitio de la TV Pública) el equipo de trabajo se propuso “no hacer un programa de divulgación sino hacer un programa de pasiones”, contando lo que hay detrás de los hombres y mujeres que hacen ciencia en nuestro país. “La tele no es educación, es entretenimiento”, apuntó, y continuó: “Puede acompañar, estimular para acercarse a algún conocimiento en particular, pero no es educación formal. Por eso Científicos Industria Argentina no es un programa de divulgación ni muestra procesos sino que muestra a las personas detrás de la ciencia. Te muestra que el científico es una persona como cualquier otra, que te lo encontrás en la cancha o en la cola del supermercado”. Asimismo, explicó que su idea cuando comenzó con el proyecto era “dar una imagen de la ciencia mucho más próxima, mucho más cercana, para que la gente que está definiendo o re-definiendo su profesión sepa que por ahí también puede ser feliz”.
Sobre su programa Alterados por Pi, que se transmite por Canal Encuentro y puede verse por YouTube, Martínez señaló que al verlo “da la sensación de que está hablando de matemática pero en realidad para otra cosa”. Con mucho humor, el productor hizo referencia a la aversión que gran parte de la gente siente por la matemática y dijo que con su programa “la idea no es enseñar matemática sino comunicar que la matemática también puede ser divertida”.
Finalmente, sobre el cómo, Martínez estuvo en consonancia con quienes lo precedieron al señalar que no hay que tenerle miedo a los formatos. “Los formatos son herramientas y las herramientas no tienen moral”, destacó. A su parecer, al final todo depende de los contenidos. “Hay que tomar las posibilidades maravillosas que ofrece cada formato para contar un contenido que está buenísimo y que es la ciencia”.
El último en exponer fue Darío Sztajnszrajber (Twitter: @sztajnszrajber), filósofo, docente y conductor del programa Mentira la verdad (que puede verse en el sitio de Canal Encuentro), que se transmite todos los días por Canal Encuentro. Sztajnszrajber dio una charla de casi media hora de duración (la más larga de todo el panel) que culminó con carcajadas, un aplauso cerrado e incluso una ovación.
Sztajnszrajber comenzó su exposición contando la primera de las muchas anécdotas que darían color a sus palabras: “Una vez me hicieron una entrevista y me preguntaron: ¿ustedes no son los responsables de la farandulización del saber? y yo me dije: wow, esto da cuenta de las tensiones entre Academia y medios que arrastramos desde siempre”. Rastreando históricamente, Sztajnszrajber señaló que eso “ya le pasaba a los profetas bíblicos” cuando intentaban poner al alcance de todos los conocimientos que antes estaban reservados a unos pocos, y que eso es una cuestión política: “es hacer política por otros medios”, apuntó.
Usando su propio devenir profesional como ejemplo, Sztajnszrajber contó que entró en contacto con la filosofía en el colegio religioso al que asistió y que la inquietud le llegó por la pregunta sobre Dios. A los catorce años cayó en sus manos el libroHumano, demasiado humano de Friedrich Nietzsche, y aunque Sztajnszrajber confesó no haber entendido nada, dijo que esa lectura le “voló la cabeza”. “¿Por qué no son masivos estos temas tan interesantes?”, dijo que se convirtió en su inquietud; “¿a quién le puede no gustar hacer filosofía?. Eso era lo que me pasaba por la cabeza”.
Buscando respuestas a estos interrogantes Sztajnszrajber relató anécdotas significativas de su paso por la Universidad Nacional de Buenos Aires y sus diecinueve años como profesor de secundario, hasta llegar a hacer filosofía en la televisión. “La gente me pregunta cómo hice para hacer ese paso del aula a la televisión. Yo les digo que en la tele hago las mismas payasadas que hago en el aula; de última que me cuestionen qué es lo que hago en el aula”, bromeó.
Volviendo como sus compañeros al tema del formato, Sztajnszrajber contó: “Con Mentira la verdad me pasa que muchos me dicen ‘no entendí nada pero algo me pasó’. Eso es el formato”, y siguió: “Siempre sentí que hay en la filosofía algo que no cuajaba en la Academia”, y que eso que no cuajaba lo sintió por ejemplo viendo películas como Blade Runner o escuchando canciones de Spinetta que hablan de “tocar el alma”.
Como parte de su exposición, el filósofo distinguió tres dimensiones de la ciencia: la investigación, la docencia y la divulgación. Al respecto de las mismas dijo que son “áreas jerárquicas” de las cuales la investigación “se presenta a sí misma como un área ontológicamente superior” mientras que posiciona a la docencia como “su empleada doméstica”, dejando a la divulgación en una zona oscura de la que es necesario sacarla.
“La divulgación es una cuestión epistemológica. Al que hace divulgación se lo margina, porque es sacar los pies del plato. Al sacar los pies del plato, como en toda transgresión, se ponen en evidencia las falencias de los que quedaron adentro”, y puso como ejemplo el trabajo del historiador Felipe Pigna. “Se habla del problema de la banalización del conocimiento producto de la divulgación, pero es un prejuicio de la Academia. ¿Qué es más banal que escribir un paper que nadie entiende? ¿Qué es ser banal? Busquen en el diccionario, es ser reductivo, es quedarse en las formas”, concluyó.
Por Sofía Maidana. Estudiante del Seminario Ciberculturas 2013.