¿Cómo se para el comunicador ante su compromiso social? ¿De dónde nace este compromiso?
Si ya es difícil definir el campo disciplinario sobre el cual el comunicador social se despliega, mayor aún es poder definir claramente los objetivos y especificidades que determinen el camino o los caminos profesionales a desarrollar.
Sin embargo, la carrera existe y en toda esta amalgama de disciplinas y prácticas que a veces funcionan sincronizadamente y a veces lo hacen a modo de un collage, se puede uno hacer, e incluso sentir, una idea de lo que significa comunicar. Y dentro de este rostro creado en el imaginario colectivo de quienes lo componen, hay una responsabilidad que se presenta sin dejar lugar a dudas. O al menos así debería ser.
Más allá de los cuestionamientos puntuales realizados por Borón, como por ejemplo la crítica a la narrativa formal académica, la búsqueda de un lenguaje complejo en pos de demostrar cierto saber superior o la tendencia universitaria a cerrarse en sí misma; todo universitario debe considerar (más uno formado en la educación pública) cuáles son los cimientos que posibilitan su realización. Y esto supera las fronteras de la profesionalidad y apunta hacia los márgenes de la vocación. Término más amplio y completo.
Detrás, o incluso desde, estas infraestructuras materiales y humanas hay una comunidad que posibilita y da sentido a sus existencias. Comunidad inherentemente desigual que transfiere un llamado, por no decir una obligación, a quienes transitan por estas instituciones.
Escapando a las diferentes miradas sobre lo que debe o puede hacer un comunicador profesionalmente, si habría que sugerir una idea, no sería otra que la de ser una persona que en su humanidad sea consciente de que esa idea vertical e individual a que el término “carrera” se refiere no puede ser posible sino gracias a una horizontalidad compuesta por infinitos otros que no hacen más que recordarle quién es y a dónde pertenece.
Por Agustín Fernández, Natalia Fernández Baez y Manuel Leiva. Estudiantes del Seminario Ciberculturas 2016.