Las historias forman parte de nuestras vidas, crecimos viviendo sus huellas en carne propia. Como recupera Eva Snijders, contar historias es el arte interactivo de usar palabras y acciones para revelar los elementos e imágenes de una historia al tiempo que alienta la imaginación del oyente. En Rosario, el Museo de la Memoria apuesta por la construcción de un relato interactivo con la sociedad, y su foco está puesto en despertar la curiosidad acerca de la violencia estatal, enmarcada en una sociedad post-genocida. La memoria es una construcción abierta y colectiva, y siempre está ahí, es ineludible, a pesar de que algunos relatos sean incómodos de escuchar y vivenciar. La memoria como una mirada del pasado en el presente y hacia la construcción de un futuro. 

¿Cuáles son esos “relatos incómodos”?

En una charla con el director del Museo de la Memoria, Lucas Massuco, comentó que se propone trabajar en el terreno de la historia incómoda, de la memoria ruidosa, con la cual podemos identificarnos si superamos las barreras de la inquietud. Según Massuco: “Todos fuimos víctimas y somos víctimas directa o indirectamente del genocidio, por eso hay que elaborarlo, hay que tomar esa condición, hay que hacerse cargo de esa situación”. Por lo que el enfoque del museo está puesto en alcanzar una elaboración colectiva de los sentidos en torno al terrorismo de estado y los casos de violencia estatal que trascienden a la última dictadura.  

La visión institucional encuadra al autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional” como el segundo genocidio de la Historia argentina, entendiendo a la Campaña del Desierto de 1879 como el primero. Sin embargo, la violencia estatal marca a fuego toda la historia latinoamericana, y es un elemento que el museo también recupera en la elección y puesta en marcha de sus dispositivos. A través de ellos, se trata de resignificar los “lazos sociales formateados por un genocidio, partiendo de la base de que somos hijos e hijas de ese genocidio”.

Este es el gran marco que se propone abordar la institución a partir del storytelling museográfico enmarcado en un edificio que es testimonio de la historia contemporánea argentina, y que cambió junto con ella.

 

Núcleos dilemáticos: construyendo un relato abierto

Convencidos de que no querían transmitir un relato cerrado, Rubén Chababo, como primer director del museo, y Viviana Nardoni, como subdirectora y consecuente directora de la institución, conformaron los “núcleos dilemáticos” como creación conceptual y guía para aquella primera propuesta museográfica en el año 2010. 

El edificio del museo es en sí mismo un núcleo dilemático, ya que el edificio donde actualmente se encuentra el Museo de la Memoria, fue la sede del Comando del Segundo Cuerpo del Ejército Argentino, pero por casi 10 años estuvo ocupado por un bar, de forma privada. El actual director del museo nos comentó: “El museo funcionaba desde 1998 en su sede provisoria, hasta que se inauguró su sede definitiva, donde se encuentra ahora, en el año 2010”. En este proceso de reclamo para “poder hacer uso cultural del edificio, que por cuestiones de derecho y legitimidad pertenecían a la institución del museo”, Chababo y Nardoni crearon la idea de los núcleos dilemáticos para plantear una lectura distinta, no secuencial sino vivencial e interpretativa. 

“Un relato cerrado, historiográfico, diría ‘acá sucedió esto, en tal año; y el origen y el fin es este’. En cambio, los núcleos dilemáticos intentan transmitir que el ‘76 es un mojón, es un hito, pero no es el inicio de nada. Y el ‘83 es un hito, es un mojón, pero tampoco es el fin de nada. Hay un proceso histórico que se necesita comprender, reconstruir y evocar para tratar de entender qué es lo que pasó”. 

Para poder evocar el relato abierto, la institución plantea un recorrido libre, basado en preguntas, sensaciones y reflexiones, a través de muestras artísticas. Realizar el recorrido es una vivencia completamente personal, sin importar si es durante una visita guiada o de forma particular. Cada posta se presenta como una pregunta que tiene la necesidad de ser dicha en voz, y así reflejarse en quien la escucha, sólo para dejar expuestos los entramados sociales que nos conforman discursiva y corporalmente. 

El Museo se plantea como una experiencia abierta. Las visitas guiadas son conducidas por ‘mediadoras’, su recorrido está planteado circularmente (por ejemplo, los comienzos de los mismos se adaptan al público presente) y la única historia que se cuenta linealmente es la del edificio en sí. En cada pieza que conforma a las muestras (tanto la permanente como la transitoria) el deseo de romper con la estructura de lo que se considera un “recorrido típico” es más que categórico, es vivencial. 

No se trata de una visita más, es una ruta que invita a rememorar y recapacitar. Cuenta con fotografías, videos, audios con relatos y otros solo con sonidos, columnas giratorias y hasta salas que se encienden cuando detectan movimiento. Se extiende más allá del lenguaje y llega a un momento en el que la conexión se completa en un punto plenamente visceral. La historia está allí, se toma un momento para devolvernos la mirada y seguir. 

Abordando el negacionismo

La contemporaneidad interpela el relato del museo y de su agenda de investigación, de proyectos, programas y actividades. Esta se incorpora a través de un departamento de articulación territorial, en adhesión a los aportes de los contingentes escolares, donde sus comentarios traen lo contemporáneo. 

Massuco afirmó que: “Desde el relato del museo buscamos escucharles, preguntarles, tratar de dar cuenta de sus inquietudes, de sus dudas, de sus ideas del hoy, de sus ideas de ayer. Siempre desde la preguntas, desde el qué sienten, piensan, qué les parece, y no del ‘¿sabían qué…? Pasó tal cosa’. No desde una óptica evaluadora del adulto al adolescente”.

De esta manera, la institución aborda el negacionismo localizado en la actualidad, entendiendo que es un fenómeno cultural que existe desde que existió la dictadura. “La ley de autoamnistía fue una forma de negacionismo. Decir que los desaparecidos estaban en Europa, y que las denuncias de violaciones de derechos humanos eran una campaña antiargentina era una forma ya de negacionismo. O sea, el negacionismo existe desde que existió la dictadura. El genocidio parió el negacionismo”. 

Entonces, al aceptar esto, que el negacionismo, el autoritarismo, incluso, la reivindicación de la dictadura están en el origen mismo del proceso genocida, y en la democracia que se formó después, da la pauta de cómo combatirlo. Establecer esos debates es parte de la responsabilidad del museo de conectar la actualidad con la memoria, y acompañar el proceso coyuntural para garantizar el acceso al derecho de la memoria.

Como se mencionaba anteriormente, éste es un lugar que invita: deja los espacios necesarios para que nosotros los llenemos de contenido, nada es explícito, el trayecto se completa con nuestras experiencias personales. Acá, la memoria se vive como una mirada del pasado en el presente y hacia la construcción de un futuro. 

Por Valentina Conte, Paloma Pagano, Carolina Pedernera, Lucio Rivarossa y Julieta Vismara, estudiantes del Seminario Ciberculturas, ciclo 2022.