Tres meses de aislamiento obligatorio, tres meses en donde tu casa se convirtió en tu oficina. Cuesta encontrar espacios, horarios y privacidad. Se creyó que el hecho de estar en casa iba a ser cómodo y mucho más relajado, y hasta podría llegar a ser una situación que produjera cierto grado de atracción. ¿Realmente fue eso lo que pasó? ¿Qué nos deja esta nueva modalidad?…

Cuando empezamos a experimentar y adentrarnos en el mundo del home office nos encontramos con una vida aún más estresante que la que conocíamos en la oficina. “Desorganizó toda mi vida. Utilizamos el trabajo para guiar o para poder orientar la cotidianidad y a mi lo que me generó fue desorganización, no encontrar ese punto de trabajar y dejar de hacerlo”, comentó une de nuestres entrevistades.

Este estrés se vio expresado en un primer momento en el intento de hacer malabares con el espacio de trabajo: sin tener ningún tipo de reglamentación, orientación, recomendaciones y/o acompañamiento, les trabajadores pusieron sus computadoras, el wifi, inventaron soportes para mantener el celular durante las videollamadas, convirtieron sus livings, comedores, dormitorios en oficinas, y pasaron sus horarios laborales -y mucho tiempo más- intentando trabajar como si fueran condiciones normales, en sillas que no están diseñadas para la ocasión, con hijes jugando alrededor o teniendo que hacer tareas, experimentando bajas en la conexión de internet, computadoras y softwares antiguos, y demás inconvenientes propios de cada uno de los hogares. Retomando a nuestres entrevistades: “Se trabaja en las mesa del living. Es muy problemático sobre todo para quienes tienen hijos, cuesta encontrar el espacio, la privacidad dentro de la casa”. “Hay un ida y vuelta medio peligroso entre estar en casa y estar trabajando: hay que saber distinguirlos porque si no se solapan demasiado y quizás te encontrás trabajando mientras estás poniendo el lavarropas o haciendo la comida y es un lío”.

Efectivamente, luego de más de 3 meses de esta modalidad de trabajo y poniendo su mayor energía por adaptarse y poder hacer frente a esta situación, les trabajadores pudieron comprobar que -con sus pros y sus contras-, en determinados trabajos, esta modalidad es posible o puede hacerse cada vez más presente en situaciones futuras.

Es así que comenzó de a poco a circular en redes y medios de comunicación un nuevo escenario que plantea al home office como algo “que llegó para quedarse”, y aquí es cuando nos ponemos los botines y nos preguntamos: ¿Cuáles son los límites de la cancha?, no podemos permitir que la normalidad que se instale tal cual la que estamos viviendo hoy en día.

“Será algo que a las empresas les conviene. Es responsabilidad de quienes trabajamos lograr que sea conveniente también nuestros puestos: que se nos brinden las cosas básicas de cualquier jornada laboral, comida, electricidad, desgaste de herramientas, que te manden insumos. Estaría bueno y me parece interesante que los cargos altos no estén siempre queriendo sacar provecho”, nos comenta otre de les entrevistades.

A causa de esto se ha vuelto a discutir un proyecto de ley para regular el teletrabajo en la República Argentina. La asesora de la Federación Argentina de Empleados de Comercio y Servicios (FAECYS) se explaya sobre los aspectos que deben estar en la agenda del Estado, y considera que tenemos que pensar a futuro cómo hacer para que una situación de crisis no sea aprovechada una vez más por el capitalismo para explotar a quienes trabajan.

Diputades y Senadores venían presentando este tipo de proyectos desde 2002 pero nunca se lograron avances. A principios de junio se otorgó la media sanción de la ley en Diputados y luego fue aprobada por la Cámara de Senadores. Si se extiende la implementación de esta nueva modalidad a otros sectores, no se puede permitir que sea solo en beneficio de quienes emplean para disminuir sus gastos, en detrimento de los derechos que se han ganado luego de tantos años de lucha.

¿Cuántas oficinas habrán dejado de alquilarse ya que para las empresas es más rentable que las personas trabajen desde su casa? ¿Cuánto se ahorran y cuán proporcional es el aumento en su salario? Al día de hoy, es nulo.

Un punto clave en esta regulación debe ser el tema de la salud mental y el “Derecho a la desconexión”. Les trabajadores ya no pueden reconocer cuál es el límite entre lo público, lo laboral, la vida privada, su familia y el cuidado. La hiperconectividad ha transformado a quien trabaja en un recurso disponible casi 24 horas al día; este abuso y traspaso de los horarios de las jornadas laborales no es otra cosa que una explotación del tiempo libre. “Con respecto a la jornada laboral, en un primer momento se pensaba que se iban a respetar horarios y no fue así. Muchas veces por el hecho de estar en casa, se piensa que estamos disponibles todo el día, y quizás mandan cosas fuera de horario para hacer y eso es bastante complicado de llevar adelante, te desgasta”, agrega une entrevistade.

Frente a estos atropellos, en algunos países surgieron experiencias que han logrado compensaciones por mensajes recibidos fuera de horario de trabajo, establecieron regímenes para fijar la cantidad de veces que les empleadores se pueden contactar y los motivos por los cuales pueden hacerlo, en una suerte de ordenamiento que delimita la responsabilidad, la productividad y el límite de lo humanamente posible. Este es el caso de algunos convenios en Alemania. Con esta normativa, les jefes piensan dos veces si están dispuestos a pagar por enviar mensajes fuera de horario.

En una nota realizada por nuestras colegas de Feminacida, Vanesa Siley, diputada y presidenta de la Comisión y Legislación del Trabajo, comentó que la nueva ley trata efectivamente el derecho a la desconexión como también el incremento de los costos de ART que les empleadores deberían afrontar, y la falta de diferenciación entre pequeñas y grandes empresas.

Con respecto a las condiciones materiales, legales y simbólicas en las que se ejercen las tareas, se cree importante hacer hincapié en la necesidad de contar con ART, respetar si se trabaja por horarios u objetivos. También es relevante analizar el tema de que muches de les trabajadores que emplean la modalidad home office poseen computadoras obsoletas, software antiguos, sin licencias oficiales, teléfonos celulares con pantallas rotas. Y para llevar adelante su trabajo toda adquisición que necesiten, muchas veces, son solventadas con sus propios medios, tal como se fue planteando en cada uno de los testimonios. Además de esto, los gastos de luz y conectividad ya no corren por cuenta de las empresas. Se tienen que garantizar normas tecnológicas, de salud y seguridad laboral: una silla ergonómica, dispositivos con las licencias correspondientes. Pero no la instalación de un software de vigilancia para controlar todo lo que pasa. También el derecho a ver lo que se quiera en cada pantalla. No podemos permitir una sociedad de control por parte de las empresas.

Si este modelo de trabajo llegó para quedarse, si la oficina tal cual la conocemos dejará de existir, si esta especie de panóptico foucaultiano ya no estará más presente en nuestras vidas, va a ser necesario que el Estado regule la nueva agenda de derechos laborales 4.0: que marque los límites necesarios para no transgredir los derechos ya obtenidos por les trabajadores durante años de lucha, que cuide la salud mental y física de les trabajadores, la privacidad de les mismes y que no sea una ganancia monetaria sólo para sus empleadores.

 

En conclusión, que la utilización y adaptación de la tecnología a las necesidades y contextos actuales no terminen siendo un velo a la precarización laboral y explotación de las personas. Si hay algo que la historia nos enseña, es que el capitalismo utiliza cualquier situación extraordinaria para aumentar sus ganancias e impulsar nuevos modelos de explotación laboral. La revolución industrial marcó la sobreexplotación del trabajo en las fábricas, los negocios a costa de la vida humana; la tecnología en estos últimos años quiso ser usada para lograr un modelo precarizado a través de las plataformas. No permitamos que el coronavirus sea una de estas marcas en la historia.

Por Valentina García Castaño, Agostina Dinardo y Martina Pugliese, estudiantes del Seminario Ciberculturas, ciclo 2020.