Desde el principio de los tiempos, pasando por los grandes relatos caídos con la irrupción de la posmodernidad, hasta la actualidad, las historias han sido contadas por hombres. No es extraño que lo hayamos naturalizado, ya que, culturalmente siempre ha sido así y la costumbre nos lleva a habituarnos y pasar por alto muchas cuestiones de diferente índole. Ahora bien, si nos replanteamos esta situación y la desnaturalizamos, podremos analizarla para indagar el por qué. La respuesta es clara: en un mundo regido y sometido por el Patriarcado, la mirada de los hombres siempre será considerada legítima por sobre la de las mujeres, al igual que las opiniones, declaraciones y pensamientos.
Así como la historia, en general, siempre ha tenido una impronta masculina, en el ámbito del cine pasa algo muy similar. Como expresó María Langhi: “El cine, históricamente, ha sido contado por hombres, muchas veces misóginos y abusadores”. Es mundialmente conocido el caso del famoso director Woody Allen, quien todavía niega haber abusado sexualmente de su hija. El movimiento #MeToo, inaugurado con la divulgación de los abusos sexuales cometidos por el productor magnate Harvey Weinstein, propició la visibilización de casos de violencia sexual que atestiguaban la ubicuidad de la cultura de la violación.
En un relevamiento realizado por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), se revisaron las 1.627 películas que se hicieron en Argentina con apoyo de esta entidad durante la última década (2007-2017): solamente 284 de ellas fueron dirigidas por mujeres, lo que representa un 17,5%. El 60% de personas egresadas de carreras de cine son mujeres, pero solo el 14% son directoras. “La democracia es poder escuchar todas las voces, y las mujeres fueron históricamente acalladas; son construcciones de sentido a las que no se les ha dado lugar”, continuó Langhi.
Hay una idea instalada en el inconsciente colectivo que da por sentado que las tareas técnicas son roles que naturalmente les corresponden a los hombres. En el cine, esta concepción errónea ubica a las mujeres en otras áreas del detrás de escena, como el vestuario o el maquillaje. Esta creencia no es más que otro producto del Patriarcado que naturalizamos y reproducimos como sociedad. Las mujeres podemos hacer fuerza para levantar fierros o cualquier otro material pesado y podemos aprender a manejar una cámara, o cualquier artefacto técnico, de igual manera que los hombres. Pareciera que a esta altura, con el nivel de conciencia social que hemos desarrollado, ya no se da este tipo de discriminación, pero la verdad es que sigue siendo moneda corriente y la mujer debe ganarse su lugar en las áreas técnicas, mientras que a los hombres les son concedidas sin ningún tipo de esfuerzo extra. Mientras en los últimos tres años (2015-2017) las mujeres representaron el 60% del ingreso a la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica (ENERC), según una encuesta realizada por el Sindicato de la Industria Cinematográfica Argentina (SICA) en 2016, el 34% de los puestos técnicos de la industria fueron cubiertos por personal femenino.
Es menester para la sociedad que en el cine haya más miradas de mujeres, que podamos observar y narrar desde nuestra impronta. De esta manera, podremos manifestar, revelar, contar las problemáticas existentes en torno a las mujeres desde nuestro propio punto de vista, desde nuestras experiencias. Nos urge romper con el cerco mediático y tomar las riendas, no olvidemos que el cine, sigue siendo un medio de comunicación.
La equidad de género no es necesaria solo en el ámbito cinematográfico sino en todos los espacios laborales. La impronta de las mujeres en el cine no sólo es necesaria para poder visibilizar las problemáticas que nos atraviesan sino también para intentar eliminar la mayor cantidad posible de estereotipos construidos alrededor de la figura femenina, por ejemplo, la heteronormatividad, la mujer-madre, la ama de casa. Es sumamente necesario demostrar que hay muchas maneras de ser mujer, además de las hegemónicas, y ninguna es mejor ni más válida que las otras.
Los hombres han llegado a adquirir un lugar privilegiado en el cine por los beneficios que les otorga el sistema patriarcal y por eso terminan siendo mayoría en el detrás de escena de la industria cinematográfica, ocupando roles importantes, como la dirección y el manejo de cámara. Por lo tanto, deberíamos hacerle caso a Lucrecia Mastrángelo, quien aseguró: “Es necesario que haya cada vez más mujeres en el cine, porque estas abrirán las puertas a otras mujeres”.
Por Bartolomé Armentano y Karen Kennedy, estudiantes del Seminario Ciberculturas, ciclo 2018.