¿Creés que tenés el control sobre lo que consumís en los portales web? Vivimos bombardeados de información, rodeados de ideas de otros, puntos de vistas, opiniones, «fake news», gente que nos pretende vender algo o todo. Es ahí donde tenemos dos opciones: ahogarnos en este mar de contenidos o intentar tomar el control sobre lo que consumimos. A esta idea la nombramos la curación de contenidos. 

Tal como la curación de arte en un museo, la curación de contenidos consiste en filtrar y destacar lo que es identificado como de mayor valor e interés, y así, moldeamos nuestra cultura. La curación de contenidos busca recoger, organizar y preservar los productos de valor para la cultura. 

El curador de contenidos del siglo XXI es un erudito apasionado que disfruta al encontrar y compartir recursos sobre un tema específico; y que además es transparente en sus intereses personales y vínculos económicos.

Habitualmente, esta tarea se encuentra en manos de un guía de confianza al que llamamos curador de contenidos. Se trata de alguien a quien miramos con respeto, en quien confiamos y que posee conocimientos específicos, experiencia y capacidad para evaluar y juzgar sobre ciertos temas que nos pueden interesar. El curador ilustra el asunto en cuestión con su punto de vista, revelando sus intereses, prejuicios y citando sus fuentes. En la era digital existen herramientas que nos ayudan a curar el contenido que consumimos y encontrar guías de confianza que se ajusten a nuestros intereses. 

Twitter

Centrándonos en el caso de Twitter como uno de los paradigmas de curación de contenido en la era de inmediatez, vemos que la arquitectura de la plataforma nos presenta a los usuarios una gran facilidad para difundir y propagar lo que circula tejiendo redes de información y noticias. La lógica que reina en Twitter es la de generar temas trending topics y viralizar los contenidos, como la función de retweets que tiene incorporada desde sus orígenes. Presionando este botón, puedo hacer que mis seguidores vean contenido de otro usuario al que no siguen. 

En un primer momento, cada tweet podía contener un máximo de 140 caracteres. La idea era comprimir los discursos: textos breves y virales, una especie de nuevos SMS. Con el tiempo y a partir de la exigencia de los usuarios, el número de caracteres se amplió a 280. Twittear se convirtió en un verbo que significa expresar la cotidianidad en la red, a decir de Van Dijck (2013), es crear un flujo de opiniones instantáneas en vivo. 

La intención original de que la plataforma se convierta en un servicio público, donde los usuarios interactúen con libertad en una especie de ampliación de la esfera pública y tengan la misma jerarquía, fue mutando con el tiempo. En ese sentido, Twitter no es una plataforma neutral: detrás de su arquitectura e interfaz se esconde la intención de ganancias que pretende este modelo de negocios. De este modo, hay usuarios que prevalecen sobre otros logrando mayor visibilidad mientras que el resto permanece en la intrascendencia de haber emitido una opinión o comentario (tweet) que no alcanzó a nadie. 

En detrimento de la idea de Twitter como amplificación de la esfera de debate público, empezaron a funcionar dentro de la red lo que se conoce como burbujas de información. Esto nos impide incorporar o si quiera poder leer nuevas perspectivas dejándonos circunscritos únicamente a las que ya adherimos previamente. No debatimos, reproducimos. No nos abrimos al diálogo con nuevas ideas. Allí empieza a jugar un papel cada vez más determinante la curación de contenidos. Tal es así que la elección de a quién seguimos, por ejemplo, empieza a ser una práctica de depuración de la incontable información que circula y a su vez, puede convertirse en una práctica que fomente dichas burbujas o nos ayude a combatirlas. 

Los hiladores de Twitter

En el último tiempo, en esta red social, se incorporó una nueva práctica que consiste en la creación de hilos. Estos se basan en cadenas de tweets consecutivos que buscan desarrollar un tema determinado. 

En estos casos un usuario comienza con un tweet y a partir del mismo, poniendo en jaque la lógica de expresar una idea breve, desarrolla un tópico explicando sus razones a lo largo de una secuencia de tweets que conforman el hilo. 

 

Muchos políticos implementaron este recurso para hacer declaraciones y profundizar sobre diversos temas de actualidad. 

También existen otros casos donde la utilización del recurso de hilo pretende convertirse en una especie de usina de sabiduría colectiva en donde un usuario – generalmente mediante un: abro hilo… – propone una línea temática y busca explicar su punto e invitar al resto de los usuarios a realizar un aporte bajo esa premisa.

Podemos pensar que estos hiladores funcionan como curadores de contenido teniendo en cuenta que por un lado, entre los usuarios de esta red social los hilos se han convertido en una fuente de consulta a la hora de buscar referencias sobre un determinado tema, como así también por su facilidad para replicarse y viralizarse.

Curación de contenidos y nuevas prácticas sociales

Las plataformas mediante sus algoritmos realizan una curación de contenido para cada usuario segmentando intereses por grupo etario, ubicación geográfica, clase social, ideología política, intereses específicos, entre otros. 

A su vez, cuando el usuario decide a quién seguir recorta sus propios consumos ya que por las particularidades del funcionamiento de Twitter, constantemente ofrece al usuario contenido relacionado con su consumo habitual o el de los demás usuarios que éste sigue. De la misma forma que vamos configurando nuestros círculos, asistiendo o no a lugares, eligiendo en qué actividades participamos y/o rodeándonos de personas con intereses similares, con quienes compartir y debatir sobre estas, tendemos a recortar nuestro consumos digitales. 

De cierto modo, nos encerramos en las burbujas donde nos sentimos a gusto. Consumimos productos humorísticos de acuerdo a nuestra carga ideológica, compartimos el cariño por personalidades, opinamos sobre temas de interés común y dejamos de seguir a aquéllos con los que no acordamos, recortando poco a poco nuestra propia realidad. El efecto de la posverdad y la sobreabundancia de contenido nos exige este tipo de procedimientos. Por lo general, si al usuario no le interesa el contenido que está consumiendo en una determinada plataforma es porque no ha curado conforme a su intereses. 

Por Agustín Doino, Agustina Gigoux, Julieta Razzari y Nadia Timoszuk, estudiantes del Seminario Ciberculturas, ciclo 2021.