La vida en la facultad es el fiel reflejo de la posmodernidad: rápida, frenética, histérica y hasta muchas veces individualista. Soy yo y después los demás. Estamos de paso y no nos permitimos ver a nuestro alrededor. Las Jornadas Visualidades Infinitas: Miradas y Dilemas de los Lenguajes Expresivos, no fueron la excepción; todos pasan, pocos se detienen, algunos miran, otros preguntan, pero la mayoría sólo pasaba.

Las diversas muestran que vistieron a la Facultad durante esos días, sin embargo, y a pesar del no mucho interés de los que transitaban los pasillos, lograron algo que, tras años de convivir con un ambiente que no cambiaba, parecía imposible: transformaron el edificio completamente. Ciertamente, los espacios de la Facultad, a los que estamos tan habituados, parecían otros.

Quizás deberíamos, como comunidad, tomar esto como un llamado de atención a la importancia de mantener una higiene y una estética propicias para una institución académica. Normalmente, los pasillos se encuentran atiborrados de carteles, en su mayoría propaganda política. Por supuesto, no vamos a discutir la necesidad de que haya en la Facultad agrupaciones que porten la voz de los estudiantes. Lo que sí podemos decir es que, como comunicadores, tenemos mucho para aportar en cuanto a la optimización de estos espacios, ya sea en relación a las formas de comunicar, a la distribución del espacio, y, por qué no, la promoción de algunas reglas vigentes que ocasionalmente no se cumplen. Lo cierto es que, durante la muestra de las Jornadas, el espacio de la Facultad parecía idílico, en comparación con su situación habitual.

Por Andrés Gutiérrez, Melanie Re y Nahuel Giardina, estudiantes del Seminario Ciberculturas 2012, Lic. en Comunicación Social UNR