La pandemia del Covid-19 nos catapultó a un estado permanente de alerta. La grave crisis sanitaria va de la mano de todas las cuestiones de la agenda que hoy están en segundo plano: cambio climático, crisis ecosocial, la brecha cada vez más grande propia de las desigualdades y la vulneración de derechos.

Libro: Alerta global: Políticas, movimientos sociales y futuros en disputa en tiempos de pandemia.

Autoría: Kate Alexander, Nicolás Arata, Kathya Araujo, Donka Atanassova Iakimova, Francesc Badia i Dalmases, Supurna Banerjee, Karina Batthyány, Carlos Alberto Benavides Mora, Ilán Bizger, Breno Bringel, Hillary Caldwell, Stéphanie Cassilde, Manuel Castells, Chris Chan, Jean de Munck, Boaventura de Sousa Santos, Donatella della Porta, José Mauricio Domingues, Arturo Escobar, FASE (Federacion para la Asistencia Social y Educacional), Michele Ford, Paolo Gerbaudo, Tommaso Gravante, Filomin Gutierrez, Sari Hanafi, Paulo Henrique Martins, Pauli Houtari, Pedro Ibarra Güell, Alexandre Kassir, Ashish Kothari, John Krinsky, Kamal Lahbib, Elisio Macamo, Stefania Milan, Clément Petitjean, Geoffrey Pleyers, Alice Poma, Bandana Purkayastha, Jaime Rios Burga, Montserrat Sagot, Rita Laura Segato, Teivo Teivainem, Emiliano Treré, Anna Tsui, Pablo Vommaro, Lesley Wood, Sabrina Zajak, y Joy Y. Zhang.

El libro en cuestión, publicado en este 2020, plantea encontrar una mirada crítica frente al estado de alerta que deja al mundo en suspenso, intentando ver el papel que juegan las ciencias sociales en este contexto, las cuales no tuvieron la misma incidencia pública. ¿Eso las hace menos legítimas ante las denominadas ciencias de la vida?

Ante la amenaza del Covid-19, gobiernos locales y nacionales tomaron políticas diversas y cuasi eugenésicas, recurrieron a la medicina, la biología y la epidemiología para tratar de contener el fenómeno, diseñar una respuesta adecuada y buscar una vacuna. Sin contabilizar la desigualdad social que afrontamos a nivel global, la pandemia profundizó aquellas grietas abiertas entre quienes más tienen y quienes menos reciben; aumentando también el racismo, la violencia doméstica e intrafamiliar.

El avance tecnológico, antes y más allá del coronavirus, llevó a una digitalización de la sociedad, permitiendo en algunos sectores, una mayor interacción entre las personas y un mayor flujo de información sobre la pandemia; todo esto acompañado por un proceso de creciente individualización y circulación de fake news.

También se abren nuevas solidaridades y posibilidades de otros mundos posibles: los movimientos comunitarios y populares juegan un papel especialmente relevante en el plano de la solidaridad para garantizar que las personas más vulnerables no sean abandonadas. Además se promueve el activismo digital todavía mayor de los movimientos sociales y las formas de protesta.

El coronavirus es nuestro contemporáneo porque comparte con la comunidad las contradicciones de nuestro tiempo, el pasado que no ha pasado y el futuro que vendrá́o no, es decir, que no podemos entender lo que somos sin entender el virus.

Es una perspectiva analítica la que llevó, a quienes escribieron este libro, a unir distintas reflexiones recogidas a través de todo el mundo, produciendo una inflexión histórica, articulada en cuatro convicciones: la pandemia es un acontecimiento crítico global que se vive simultáneamente en todos los rincones del mundo con una inédita resonancia global, aunque la manera en que impacta es distinta, y esas distintas visiones y versiones del mundo no siguen fórmulas, ya que no hay un telos. Por lo que es mejor pensarlo desde una perspectiva más dinámica de la realidad social y política. Eso no implica solo una mirada más abarcadora, sino considerar el fenómeno desde distintos puntos que resuenan en el mundo de forma más transversal.

Debemos “pensar con los actores” (Bringel y Pleyers, 2020) y cómo éstos influyen durante su curso y en su ritmo futuro, utilizando la digitalización y las nuevas prácticas. Donde actores sociales y políticos, especialmente los movimientos sociales, son protagonistas de su tiempo histórico y se relacionan de maneras diversas con los cambios societales. Por último, la diversa autoría del libro ha logrado articular este proyecto con el objetivo de esparcir el conocimiento científico a toda la sociedad, aunque ciertos gobiernos quieran ocultar la información.

El futuro está en disputa y los escenarios posibles son múltiples. No hay una lógica inevitable o un camino predeterminado que nos lleva a un mundo mejor. Las consecuencias de los acontecimientos históricos son contingentes. Es fundamental abrirse a lo nuevo, pero también tratar de captar las continuidades, adaptaciones e innovaciones. Buscar, en definitiva, distinguir aquello que sería característico de la pandemia de lo que puede quedar después, y lo que no. En otras palabras, mirar no solo a lo visible, sino lo invisibilizado en tiempos de pandemia.

Se ha movilizado un amplio arsenal de posibilidades teóricas y epistemológicas desde las ciencias sociales y del pensamiento crítico, con el objetivo de lograr una comprensión más global de la pandemia. La falta de eficiencia de un gobierno nacional o los discursos reiterados de líderes estatales burlándose de la pandemia y retrasando las medidas de bloqueo pueden provocar cientos o miles de muertes adicionales, como es el caso en Brasil o Estados Unidos, países en los que se hace hincapié.

En el libro es posible apreciar que la Organización Mundial de la Salud ha tratado de diferenciar los datos existentes de contagio y de muerte por edad, lugar y sexo. Se habla habitualmente de la población con edad más avanzada como aquellos más vulnerables, pero poco se dice sobre que ser negro en Brasil o afroamericana en Estados Unidos sí significa pertenecer a una población de riesgo.

La batalla por un mundo mejor, más verde y menos desigual, capaz de articular justicia redistributiva con justicia ambiental, étnica y de género, será muy ardua. No basta solo con sumar algunos países, sino promover activamente la circulación y la confrontación de ideas y propuestas.

La normalidad de unas cuantas personas ha implicado siempre la crisis de otras. La seguridad de algunas no existiría sin la inseguridad de otras. Es responsabilidad del pensamiento crítico contemporáneo avanzar en este terreno, pero también buscar la articulación de constelaciones teórico- políticas y nuevas formas de una praxis colectiva, es decir, de relación entre teoría y práctica.  El Covid-19 ha causado una ruptura en las formas habituales de vivir y de hacer las cosas, propiciando un espacio de profunda reflexión colectiva sobre las sociedades que hemos estado construyendo, logrando así aquello que no pudo ni siquiera una de las huelgas generales más largas de la historia. Esta pandemia es un campo de batalla para futuros alternativos, lo que está en juego es la oportunidad de remodelar la economía y la sociedad, lo que sin duda tendrá un impacto considerable en la vida cotidiana de millones de personas y en la crisis ecologista.

Si bien las medidas más urgentes para contener al virus Covid-19 y su impacto son prioritarias, también debemos pensar e iniciar medidas a largo plazo que ayuden a prevenir tales desastres en el futuro. A raíz de esta necesidad, la India hace una propuesta, social y política, como respuesta a las preguntas sobre el futuro, buscando que se generen recursos de diversos tipos, de modo que las personas puedan gobernar sus tierras, conservar la naturaleza que las rodea, crear economías de autosuficiencia que estén en manos de quienes producen y consumen localmente, en lugar de corporaciones o empresas.

En la búsqueda de un nuevo paradigma tenemos la certeza de estar ante una catástrofe económica sin precedentes. No existe un modelo alternativo viable ahora mismo, y nos urge volver a lo de antes. Aun así, hay quienes creen que para asegurarnos de que la salida sea sostenible en el tiempo tendríamos que cambiar el modelo de vida. Y que ese cambio implica un cambio de paradigma. Cambiar de paradigma significaría, entre otras cosas, detener el ritmo de crecimiento, tan destructivo para el clima y la biósfera, y entrar en una dinámica de decrecimiento, como sostienen ya muchos ecologistas, especialistas y economistas.

Pero después de la catástrofe del coronavirus, cabe preguntarse honestamente ¿será la nueva normalidad «bussiness as usual» o una oportunidad para empezar a cambiar, en serio, el paradigma de nuestra civilización?

Por Cecil Avendaño, Lucía Cabrera, Sabrina Krivocapich, Sofía Ríos y Selene Simari, estudiantes del Seminario Ciberculturas, ciclo 2020.