En esta que podría llamarse la era de la imagen, las pantallas han invadido nuestro campo de percepción. El smartphone se ha popularizado al punto de que es mínimo el porcentaje de la población que no posee uno. Estos dos factores inevitablemente modifican el aula y las subjetividades y prácticas de estudiantes que transitan por ella.

Aun así considero que la impronta de las instituciones educativas no ha sabido absorber de manera efectiva estas modificaciones para lograr unas mejores dinámicas de enseñanza; y por otro lado, el uso de los celulares en las aulas ocupa un gran espacio en los debates en torno a los perjuicios y potencialidades de las TIC.

Se puede recuperar desde aquí el concepto de tecnología como lenguaje. Como afirman Toledo y Comba (2014) podemos pensar a las tecnologías digitales de comunicación e información como un nuevo tipo de tecnicidad en tanto que son lenguajes, organizadores perceptivos que favorecen nuevos modos de acción.

Una primera tarea que nos interpela como docentes es la de reflexionar sobre el uso del celular en el aula. Este último, en tanto configurador de todo un nuevo lenguaje que las generaciones llamadas nativas digitales tienen incorporado inconscientemente. Y pensar no solo su uso pedagógico sino también como herramienta. Pero sin perder de vista que los dispositivos como el celular no son sólo instrumentos con los que se hacen cosas, “sino un nuevo tipo de tecnicidad para organizar el pensamiento humano, para comunicar, para crear, compartir experiencias y conocer” (Toledo; Comba, et al).

Un caso particular de mi propia práctica docente puede dar cuenta de esta intención de usar el celular como herramienta para enseñar el lenguaje audiovisual. Estudiantes de 5to de la orientación en Comunicación de la Escuela Normal Superior N° 36 Mariano Moreno tenían como trabajo práctico de la materia Historia de los Medios realizar unos cortos audiovisuales. La intención fue enseñar la teoría audiovisual junto con la práctica. Para eso utilizamos los celulares de cada estudiante en el aula, dando una serie de consignas a cumplir para que se familiaricen con los distintos planos que existen en el cine, así como los movimientos de cámara; para que una vez filmados los distintos planos, aprendan sobre el montaje audiovisual con el mismo celular utilizando una aplicación móvil de edición de videollamada KineMaster. La apreciación que me permito realizar sobre esta experiencia es que logró, de una manera dinámica y efectiva, hacer el cruce entre teoría y práctica audiovisual a la par de incentivar la producción propia del estudiante.

En palabras de Dussel (2007) “es importante proponer formas de trabajo con la imagen y con los productos de la cultura audiovisual que enriquezcan el trabajo escolar. La imagen es uno de los modos de representación más extendidos hoy, mucho más probablemente que las palabras.”

El uso del celular puede permitirse sus fines didácticos con la búsqueda de lograr un aprendizaje de conocimientos y habilidades en el contexto de cada estudiante, aplicándolos en situaciones cotidianas reales. Promover en estudiantes la realización de sus propias piezas audiovisuales con las herramientas que lo acompañan, puede generar mayor interés por la puesta en práctica de un lenguaje tan fundamental como es el audiovisual. Y, en un nivel más general, puede generar un aprendizaje más significativo y así potenciar la proactividad, participación, creatividad y autonomía del conjunto de estudiantes.

Por Juan Manuel Mónaco, estudiante de Producción y Evaluación de Material Multimedia Educativo del Profesorado de Comunicación Educativa, ciclo 2019.

Bibliografía
Dussel, I. (2007) Los desafíos de las nuevas alfabetizaciones: Las transformaciones en la escuela y en la formación docente. Seminario Virtual Las nuevas alfabetizaciones en el Nivel Superior. Buenos Aires: Instituto Nacional de Formación Docente.
Toledo, E.; Comba, S., et al (2014) Comunicación, educación y TIC: manual de recursos para la enseñanza con herramientas digitales. Aprendiendo a enseñar con facebook, twitter y youtube. Rosario: Facultad de Ciencia Política y RR II – UNR.