¿Cómo se ven afectadas las relaciones sociales durante la pandemia? ¿Las videollamadas nos hacen sentir más cerca? Construimos dimensiones. Nos hacemos una unidad con la tecnología. Adornamos fondos virtuales y materiales para que nos vean. Construimos plataformas para comunicarnos.
¿Cuántas veces hemos escuchado a lo largo de la cuarentena «me junté con…», cuando en realidad simplemente veíamos a la otra persona por medio de un dispositivo? Es porque el término virtual se suele emplear presuponiendo a la realidad solo como una realización material. La virtualización es uno de los principales pilares de la creación de realidad. La separación del aquí y el ahora. El sentido común hace de lo virtual, sin darnos cuenta, complementario de lo real, tangible. De esta manera, nuestro propósito es conocer y ver cómo consecuentemente las videollamadas tuvieron un impacto en nuestra percepción de la realidad física.
A partir del año 2000, las tecnologías digitales comenzaron a usarse de modo masivo, transformando y construyendo nuevas maneras de estar en conjunto, haciendo de estos medios los creadores de nuevas prácticas y posibilidades. Aparecieron nuevos gustos, maneras de hacer, pensar y consumir.
Hoy, debido al Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio, el cual ha sumido a todo el mundo en cuarentena por el virus Covid-19, se han visto transformadas e influenciadas las formas de hacer y de pensar.
Videollamada como herramienta de uso cotidiano
Los días pasan más rápido, nos sobra el tiempo, pareciera que en un abrir y cerrar de ojos se termina la semana, inclusive no sabemos en qué día del año estamos o cuánto hace que no salimos. Perdemos la percepción de la realidad viéndose alterada con ella nuestro espacio- tiempo. La virtualización alcanza incluso a las formas de estar en comunión, a la conformación de quiénes somos.
Una encuesta realizada a jóvenes residentes de la ciudad de Rosario nos dio como resultado que un 15,7% de los 160 personas encuestadas ya utilizaban el formato de videollamadas antes de la pandemia, mientras el 40.9% dijo que no.
De acuerdo con las distintas actividades propuestas que se realizan por videollamada, determinamos, según el uso: educación, con todo lo que implique estar delante de docentes o profesionales que brinden algún tipo de saber; actividades recreativas como ejercicios, vivos por las redes, reuniones con amistades, o tareas que implican un disfrute; luego salud, ya sea con terapeutas o turnos médicos.
Paula Sibilia, antropóloga y docente investigadora, afirma que “el eje en torno del cual nos constituimos como sujetos se desplaza más hacia lo visible, el look, el cuerpo físico, la apariencia, el estilo, la forma corporal; también lo podríamos llamar la performance, lo que se ve de lo que somos. Todo lo que se ve pasa a definir lo que uno es, por lo tanto, hay que saber manejar esas herramientas, hay que tener habilidad para mostrar quiénes somos.”
Nuevas formas de espacialidad y duración
Otra de las características asociadas a menudo con la virtualización, además de la desterritorialización, es el paso del interior-exterior y del exterior-interior. Ya no es posible seguir pensando en las cosas de una única manera, sino en una multitud de tipos de espacialidad y duración. Esto se desarrolla en diversos ámbitos entre los que identificamos las relaciones entre lo público y lo privado, lo propio y común, el mapa y territorio, lo subjetivo y objetivo; quienes escriben y producen y quienes leen y consumen.
Todas coinciden en algo, los límites entre una y otra en este momento está desdibujado; se entrelazan, dejan de ser evidentes dando lugar a una fractalización. Quien trabajaba para una empresa tradicional pasaba del espacio privado de su domicilio al espacio público de su lugar de trabajo; ahora quien realiza teletrabajo, en cambio, transforma su espacio privado en público y viceversa.
Hemos realizado un cuestionario a jóvenes casi entrando en la adultez que residen en la ciudad de Rosario sobre qué sienten antes, durante y después de cada videoconferencia. Pudimos ver que la flexibilidad de horarios, el situarse al límite entre actividad y actividad, fueron las sensaciones más frecuentes. Aunque se adaptan a la situación, una gran cantidad la encuentran estresante, agotadora; sienten la incapacidad de conectarse con otras personas de manera eficaz, de forma afectiva, en relación a la escucha; se encuentran con muchas distracciones y distantes más allá de la presencia visual desde un aparato tecnológico.
Acontecimientos en pandemia
El aislamiento social, preventivo y obligatorio se fue extendiendo cada vez más, llevando consigo numerosas actividades que suelen desarrollarse en público y que, incluso, son una fiesta para la ciudad, como las fechas patrias, los comienzos del año lectivo, viajes, mesas de examen, entre muchas otras.
Estos acontecimientos, en vista de que no pudieron llevarse a cabo como solía hacerse, se vieron eobligados a llevarse adelante por videollamada, como es el caso del juramento la bandera, la presencia del presidente en el Acto de la Bandera o el inicio de jornadas lectivas. Numerosas tesis se han realizado por este medio, así cada vez que pasa un día conmemorativo encontraremos nuevas prácticas usadas.
Sobre todo, el uso de las videollamadas en los últimos meses fue vital para poder ayudar a la población con sus emociones. Profesionales de la salud, del campo de la psicología y la psiquiatría, comenzaron a ofrecer sus servicios de manera virtual, al considerar sus terapias como esenciales para la estabilidad emocional de sus pacientes. Por eso, creemos que la terapia psicoanalítica en tiempos de Coronavirus, es una de las prácticas necesarias a la que la videollamada en sí aportó sus herramientas para hacerlo posible.
Voces profesionales
En búsqueda de legitimar algunos datos que recolectamos y expresamos previamente, tuvimos diálogo con profesionales de la salud, dos psicólogas, que aportaron a nuestra investigación su punto de vista en respuesta a la pregunta: ¿Crees qué hay alguna consecuencia física/ psicológica en el uso de las videollamadas? Elegimos romper con la entrevista convencional y optamos por soltar una incógnita y que nuestras entrevistadas respondieran desde la construcción propia de sus marcos de referencia.
Resulta que nuestra primera informante, Rebeca Villamayor asegura, en primera instancia, que cualquier tipo de análisis sobre la repercusión del contacto virtual en tiempos pandémicos tiene que ver con lo generacional. Nos comenta que no es lo mismo analizar el proceso de salud física, mental y emocional que atraviesan las infancias, que el que puede llegar a estar padeciendo un adolescente u otra persona adulta. Asegura que para una niña, por ejemplo, es más seguro, más fácil, ya que puede ser una nativa digital que nació y se crió en un mundo inmerso en la tecnología. En cambio, para adolescentes y/o personas mayores, puede ser más complejo ya que, por más que llenen su rutina de encuentros virtuales, siempre sentirán un vacío especial, y es la falta de contacto físico. Para eso, niñas y niños tienen la suerte de encontrarse en resguardo en sus casas, en compañía de sus padres, y entonces físicamente poseen alguna referencia. No es el caso de las personas adultas, quienes son más propensas a sentir ese tipo de soledad, producto de la falta de contacto cara a cara con sus pares.
Suma a este análisis la valoración negativa, dentro de este contexto, que poseen las redes, ya que es un motor de frustración y estrés. Al estar pendientes de lo inmediato que poseen las redes sociales, nuestro sistema nervioso central activa todas sus alarmas lo que, en forma contraproducente, nos provoca efectos tales como insomnio, estrés, etc. A su vez, por la falta de contacto físico con otras personas, necesitamos de la constante valoración que recibimos día a día de nuestros encuentros sociales, aún sin darnos cuenta. Algo tan simple como la valoración positiva sobre nuestro look de la vecina al salir de la calle, ahora nos (contra)produce ansiedad, y es eso lo que empezamos a buscar cada vez más en las redes sociales; el problema allí surge cuando no recibimos una constante aprobación.
En un segundo diálogo, nuestra entrevistada Débora Aide nos explica que las tecnologías, y más precisamente las videollamadas, cubren una necesidad, y expresa su preocupación al respecto. Nos cuenta que las videollamadas, en los últimos cuatro meses, cumplieron el rol de cubrir una necesidad, la de aplacar la soledad. A su vez, nos expresa cómo esto le preocupa, ya que observa que, de a poco, la sociedad se está acostumbrando a suplir el contacto físico con el contacto virtual. Y esto es a raíz de que la virtualidad borra la empatía. Así como anula la necesidad de relacionarse tangiblemente con una otredad, borra la empatía; y esto es porque, al no tener por delante a una persona de la cual podemos percibir muchas cosas más además de sus palabras, tales como gestos, expresiones, sentimientos, movimientos, etc., no somos conscientes del impacto que causamos en esa otredad con la comunicación. Nos remite al ejemplo de los comentarios agresivos en las redes sociales.
También relata la falta empatía de la humanidad mediada por las pantallas, ya que al charlar con una persona, al mismo tiempo podemos estar revisando nuestras redes o escribiéndole a otra, lo que significa que en verdad no estamos poniendo toda nuestra atención en ninguna de esas comunicaciones personales, y eso es una acción que nadie llevaría a cabo en encuentros cara a cara; si así fuese, escucharíamos y daríamos respuesta a una persona por vez.
Por último, Débora hace alusión al tópico de la relación infancias-virtualidad. Para esto nos presenta a un psiquiatra infantil, Lucas Raspall, quien trabaja e investiga sobre la crianza responsable, y cómo responde a la incógnita de por qué a quienes nacieron con las tecnologías digitales les cuesta tanto asumir la responsabilidad educativa mediante videollamadas.
Por Cecil Avendaño, Lucía Cabrera, Sabrina Krivocapich, Sofía Ríos, Selene Simari, estudiantes del Seminario Ciberculturas, ciclo 2020.