Según la encuesta nacional Cómo leemos 2020, que analizó la forma y las razones que guían la elección del formato para leer un libro y otros hábitos de lectura, el 62% de los argentinos y argentinas ya lee libros en ambos formatos: papel y electrónico.

No es una novedad decir que la tecnología llegó a todos los recovecos de nuestros hogares, de nuestras rutinas, y de todas las prácticas diarias que emprendemos en nuestras vidas. Sin embargo, el eterno debate entre lo viejo versus lo nuevo está siempre a la orden del día: ¿El cassette mató al vinilo? ¿El CD desterró al cassette? Parecería que Spotify aniquiló al CD, pero ahora el vinilo es vintage y todos queremos uno, o al menos fantaseamos con eso.

La evolución de las herramientas y objetos que utilizamos, debido a las prácticas y necesidades de cada época que vivimos, data de mucho tiempo atrás, y la lectura no queda exenta de esto. Según los historiadores Asa Briggs y Peter Burke en De Gutenberg a Internet (2002), “[…] el final del siglo XIII fue testigo de una ‘revolución en la lectura’, en el sentido de un cambio a favor de la práctica de hojear o incluso saltar capítulos en una consulta a diferentes libros para informarse acerca de un tema en particular”.

 ¿Qué pasa con el libro?

La mutación no fue solamente de su contenido, sino también de su tamaño y forma, dependiendo de las prácticas con las que operamos y de nuestras necesidades. Briggs y Burke aseguran que “los libros del siglo XV solían ser tan grandes -el folio desplegado por entero- que para leerlos había que apoyarlos sobre atriles. En el siglo XVI y en el XVII se hicieron populares libros más pequeños, en octavo, por ejemplo, o más pequeños aún, en el formato de doceavo o dieciseisavo que el famoso impresor Aldo Manuzio empleaba para sus ediciones de los clásicos”. Sin embargo, en estos últimos años, la novedad pasó a ser su digitalización más que su tamaño.

Cuando hablamos de este aspecto, no sólo nos referimos a la acción de escanear un libro y leerlo desde una computadora o descargar un PDF y tenerlo disponible en la pantalla de tu celular, sino que hablamos de la creación de un soporte específico para llevar a cabo la lectura digitalizada: el libro electrónico o E-book.

Dispositivos digitales para nativos digitales

Para entender un poco más sobre su funcionalidad y desenredar las novedades que trae consigo esta nueva lectura digitalizada, hablamos con Bruno. Él es un joven centennial, fiel lector y consumidor de libros a través de Amazon Kindle, su tableta de libros electrónicos. Bruno afirma que, desde que descubrió este soporte, nunca más volvió a tocar un libro de papel.

Para Bruno, la principal razón para elegir la Kindle reside en su transportabilidad. Por un lado, el peso, ya que es casi imperceptible y convierte su tableta de libros en un objeto muy maleable. Al respecto, Bruno asegura: “Al Kindle lo podés llevar a donde quieras y podés consumir una bocha de libros que, si los tuvieras en formato papel, tendrías que transportar dentro de una mochila. Eso me parece un golazo”. Por otro lado, uno de los requisitos fundamentales para poder leer un libro es tener una fuente de luz disponible, ya sea natural o artificial, y en este punto el E-book parece tener una solución: es una fuente de luz en sí misma y como tal, gracias a la luz que irradia, permite leer en la oscuridad sin dificultades.

 

Otra gran diferencia con el formato clásico es que un E-book permite la posibilidad de buscar de manera inmediata los significados de aquellas palabras que no nos son familiares: solo basta con tocarlas en la pantalla para que revele su significado. Además, siguiendo con la experiencia de Bruno, él ejercita su inglés leyendo algunos libros en dicho idioma, y este dispositivo permite traducir las palabras que no comprende en cuestión de segundos sin interrumpir su lectura. En esa línea, afirma que “con el libro en formato físico perdería varios minutos buscando los significados en internet y me cortaría todo el ambiente. El E-book te permite calcular cuántas horas de lectura implica cada capítulo del libro”.

“Para mí, las características que tiene el E-book son todas positivas. La única contra que le encuentro tiene que ver con lo estético”, expresó el lector electrónico y agregó: “Si bien me gusta un montón la estética del libro en formato físico, y me parece que suma mucho más a una casa, la realidad es que no tengo mucho espacio y no sabría dónde ponerlos”.

Bruno también hizo hincapié en la batería del dispositivo y la posibilidad de personalizarlo a gusto de cada usuario: “La batería dura muchísimo tiempo, además podes elegir y personalizar la fuente, el tamaño y el brillo de tu libro electrónico”.

 ¿Por qué no vamos corriendo a buscar un libro electrónico, tiramos todos nuestros libros físicos y desarmamos nuestras bibliotecas?

En otro sitio de la ciudad se encuentra Laura, una fiel consumidora de libros desde su más tierna edad; lee uno tras otro y ama amontonarlos en su biblioteca.

“Amo el objeto libro. Amo mirar mi biblioteca y encontrarme con todo lo que leí en los últimos años, con lo que me queda por leer, los pendientes; los libros que me regalaron y los que compré. Siempre quiero tener más”, enfatiza con los ojos llenos de recuerdos mirando sus tres bibliotecas marrones.

Entre las ventajas que ella valora, se encuentran el arte de tapa, la encuadernación, muchas veces artesanal, y la estética que persigue cada editorial. “Leer es un acto que tiene que incluir a todos los sentidos, desde la vista hasta el olfato. No podés comprar un E-Book usado”, afirma Laura oliendo las hojas de un libro usado que compró hace unos años en la librería Argonautas, ubicada en calle Rioja y Buenos Aires.

Parecería, finalmente, que el debate sobre la desaparición del libro tradicional estaría saldado: en el mundo en el que habitamos, ambos formatos, el libro clásico y el dispositivo digital, conviven bien y están destinados a dos grupos de personas distintas.

Por Juan Ignacio Berón, Lucila Campos Wainer, Florencia Ferreira y Melani Harverte, estudiantes del Seminario Ciberculturas, ciclo 2022.