Ya había anochecido. La vicepresidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, volvía a su casa luego de presidir una sesión en el Senado. Bajó de su auto y se encontró con cientos de personas que permanecían en la puerta del edificio donde vive, esperándola. Por esos días enfrentaba un proceso judicial por supuestos delitos de asociación ilícita y administración fraudulenta. Seguidores de la mandataria se concentraban en señal de apoyo y repudio a lo que consideraban una persecución política.
Cristina se acercó sonriente al grupo de personas que la aguardaba. Firmó ejemplares de su libro y saludó a los manifestantes. Eran ya las 20.52 del 1 de septiembre de 2022 cuando un hombre apunta con un arma a la cabeza de la funcionaria y gatilla dos veces sin éxito. La vicepresidenta reacciona tardíamente bajando la cabeza y cubriéndose con una mano. El hombre es rápidamente detenido.
Minutos después, los argentinos y argentinas y el mundo accedían a las primeras imágenes en loop: el arma sobre la cabeza, el ruido del gatillo, la bala que no sale.
Lo que había ocurrido era un intento de magnicidio. Un asesinato fallido registrado por cámaras de video. En este escenario de conmoción y horror, donde funcionarios del gobiernos y políticos del mundo se expresaban al respecto, comenzaron a aparecer en el gran campo semántico que nos ofrece Twitter: expresiones de apoyo de desconfianza, de descreimiento, de solidaridad, etc. Y también memes, chistes y burlas. ¿Es posible reírse de un intento de asesinato de la vicepresidenta de tu país?
Para algunos usuarios, sí. Y mucho
El suceso se presta a un análisis más profundo que acusar como responsable de este fenómeno la tan infame grieta. No cabe duda de que la actual polarización política deshumaniza a aquellos que piensen distinto, pero esto no es algo nuevo. Lo novedoso es la aparición, en la última década, del humor multiplicado decenas de miles de veces a través de las redes sociales, muy poco moderado y anónimo. Damián Fraticelli, doctor en Ciencias Sociales y Licenciado en Ciencias de la Información, lo define como humor hipermediático.
“Surge con la sociedad hipermediática, en la que ya no hay un único sistema de medios, sino que conviven los medios masivos con aquellos con base en Internet y la telefonía. En la interacción de ambos sistemas se desarrolla el Humor Hipermediático.” No es que no tenga cosas buenas: en nuestra opinión, la aparición de los memes marca un hito cultural de la misma significancia que la aparición de la Internet misma. Internet y memes son inseparables. Sin embargo, todo tiene su lado oscuro.
Entre algunas de las características del humor hipermediático, se destaca su baja regulación institucional y el aumento de la diversidad reidera, es decir, aunque nos reímos de muchas más cosas que en el pasado, la sátira política violenta y el humor negro (que históricamente habían quedado prohibidos en los medios tradicionales), hacen un retorno en la sociedad actual. Esto aparece inequívocamente en las horas posteriores al intento de magnicidio. Sin ningún intento de regulación por parte de la moderación de las redes, se esparcieron como pólvora los memes descreyendo de la autenticidad del hecho o lamentándose porque Cristina no hubiera muerto.
Boludo Confirmado #TodoCirco #NoLesCreoNada #BuenViernes No hay cara de miedo, de desesperación, nada. pic.twitter.com/8NcNN1PIit
— Nos fuimos al barranco 💙✡🇦🇷 (@liliatubert) September 2, 2022
Le pagamos con nuestros impuestos 100 custodios a Cristina y como si nada un nabo llega hasta ella y le apunta con un arma??? 🤔#NoLesCreoNada #CFKseVictimiza #NoAdhieroAlFeriado #TodoCirco pic.twitter.com/imldkFVm33
— Gracielita #NSB – 42% (@gracielita_g) September 2, 2022
El custodio de Cristina.
— Un Metro Adelantado (@metroadelantado) September 2, 2022
Esto es particularmente cierto en Twitter, que hace las veces de ágora o foro público de la sociedad. El problema de su bajísima efectividad para combatir fake news se suma al hecho de que conviven, en un mismo timeline, memes sobre Gran Hermano, publicidad y noticias de importancia geopolítica (muchas veces no desde las cuentas de diarios tradicionales sino desde comunidades no oficiales que no ofrecen fuentes). El humor es omnipresente: no importa lo grave de la coyuntura, es prácticamente imposible leer más de dos o tres tweets o posteos sin encontrarse con algún chiste o meme.
Todo en las redes sociales está curado para cada individuo específico, que solo lee a quienes piensan como él o que descubre a los que piensan distinto solo a través de los ojos indignados de otros. En una sociedad hipermediatizada como la nuestra, esto dificulta la convivencia democrática y hace prácticamente imposible un debate civil cuando la realidad misma se pone en jaque y se convierte en materia de opinión «memeable».
La característica principal del humor mediatizado es la distancia que ejerce quien hace el chiste con el chiste propio. Esta “alienación” con el objeto de la burla, esta no implicancia con lo que está ocurriendo (y desde donde se hace posible el chiste) es lo que también hace peligrar la posibilidad de la mirada crítica y expande los límites de lo risible.
La pregunta es sobre lo que nos hace reír pero también sobre la manufactura del chiste y el contexto donde emerge. ¿Qué consecuencias tiene reírnos de todo, todo el tiempo? Fraticelli describe el humor hipermediático como el placer de reírse que está disponible permanentemente. Un campo inmenso inmenso y diverso desde donde emergen chistes, ironías y memes, aún cuando se trate de un intento de magnicidio.
Algo tenemos que decir, y si es un chiste, mejor
Es importante que nosotros, y aún más si somos comunicadores, seamos conscientes de la masividad de lo que posteamos. La disponibilidad del campo del reidero en las redes sociales, muchas veces tiene un efecto narcotizante en el que hasta la peor de las tragedias se banalizan. ¿Cuáles son las posibilidades de un debate político, o de construcción de una mirada crítica sobre las consecuencias de un intento de magnicidio, si a las escasas horas se llena de memes burlándose del hecho?
Por Julia Álvarez, Lorena Agüero, Elías Figun, María Bernarda Rodríguez y Martín Vicentín, estudiantes del Seminario Ciberculturas, ciclo 2022.