Mediados de 2020. Un miércoles a las siete de la tarde, momento en el que una pareja ya va por el tercer capítulo consecutivo de Gambito de Dama. Antes, habrían tenido que coordinar un día para juntarse, que no interfiera con sus actividades laborales y de estudio, además de contemplar si llevar algo para comer, para beber, etc. Pero durante la pandemia y con cada uno de nosotros aislado en nuestras casas, el ritual de reunirse a ver series o películas se ha visto forzado a mutar.
Esta pareja reemplazó su usual juntada de Netflix & chill por reproducir el mismo contenido a distancia y comentar sobre ello por videollamada, sin necesidad de moverse de la comodidad de su sillón o cama. Así como esta pareja, multitud de personas han comenzado a adoptar esta manera de ver series y películas en grupo sin necesidad de juntarse físicamente.
¿Qué es Rave?
Rave es quizás la forma última y más perfeccionada de esta práctica. La aplicación desarrollada en Canadá permite a los usuarios ver contenido de distintas plataformas de forma sincronizada. Las posibilidades incluyen YouTube y Netflix, pasando por Prime Video de Amazon y Disney+, y llegando a añadir incluso archivos de Google Drive, entre unas cuantas más.
Si tenemos la aplicación descargada, seleccionamos cualquier contenido de alguno de estos servicios y automáticamente se crea una sala de Rave, que nos permite invitar a nuestros amigos o dejarla abierta al público para que se sume cualquier persona alrededor del globo. El creador de la sala funciona como host y controla cuándo se pausa y reproduce el video. Lo atractivo de Rave reside en su capacidad de sincronizar el contenido para todos los miembros de la sala: todos lo ven exactamente al mismo tiempo, sin importar la velocidad de internet. También incorpora la posibilidad del chat de texto y de voz, aunque éste no funciona del todo bien.
Rave: Su historia
En este momento, la App cuenta con más de 10 millones de descargas a nivel mundial.
Si bien fue lanzada en 2013, no fue hasta el comienzo de la cuarentena que se popularizó, momento que tuvo su pico máximo en búsquedas según los datos de Google Trend. Desde entonces estos números han descendido, pero se mantuvo en un promedio del doble o triple en búsquedas que antes de la pandemia. Es un buen ejemplo de que la capacidad tecnológica no condice muchas veces con el uso por parte de los usuarios a la que está destinada. Tuvo que venir un hecho extraordinario, que trajo aparejado un cambio cultural en torno a la virtualidad para que esta práctica se extienda. También es un buen ejemplo de cómo la pandemia aceleró procesos de virtualización en muchos ámbitos.
Los propios desarrolladores de Rave aprovecharon este momento en la historia, decidiendo promocionar su aplicación como una forma de escapar al confinamiento. “¿Distancia social? No hay problema. Mirá películas remotamente con tus amigos con Rave”.
Social distancing? No problem. Watch movies together remotely on the Rave app pic.twitter.com/NpMEJuK5wU
— Rave (@RaveApp) March 19, 2020
Una encuesta realizada por los redactores de esta nota arrojó unos cuantos datos interesantes. Más de la mitad de los encuestados decidió seguir con la práctica de disfrutar contenido junto a otras personas mediante el uso de aplicaciones. Por ejemplo, el 48% miraba el contenido en videollamada y presionaban el botón de reproducir al mismo tiempo. Aunque rudimentaria, esta fue la forma más utilizada por la mayoría de la gente para ver películas acompañados. Seguidamente, el 43% utilizó Netflix Party -ahora conocido como Teleparty– más antigua que Rave y por tanto más conocida y utilizada. El resto se dividía entre Discord y Rave.
Sin embargo, lo que quizás indica el carácter ambiguo de estas aplicaciones es que un 34% conoció la aplicación tras la pandemia, mientras que el 37.5% las conocía desde antes. El 28.5% restante no utilizó ninguna aplicación.
La evolución en el consumo del streaming
Ante la imposibilidad de ir al cine u organizar una maratón de series con amigos, los usuarios se han visto tentados a migrar estas prácticas hacia aplicaciones que permiten ver y compartir en simultáneo contenidos diversos. Si bien, el uso de este tipo de aplicaciones se venía dando de manera incipiente, el confinamiento obligatorio obligó a buscar nuevas formas de sortear la distancia física.
La aparición de aplicaciones como Netflix Party, Rave, TwoSeven y Discord, entre otras, ha permitido no sólo conservar una de las prácticas sociales más extendidas en nuestras sociedades, sino que también las ha modificado. No sólo podemos citarnos a compartir y comentar sobre nuestra serie favorita con quienes ya conocemos, sino que además podemos entrar a salas públicas y conocer personas alrededor del mundo con los mismos gustos e intereses.
Este fenómeno nos lleva a reflexionar acerca de la incidencia que tiene la tecnología sobre el surgimiento de estas nuevas comunidades, estamos ante nuevas formas de estar juntos, más globales y desterritorializadas, conformes a nuestros intereses, o a la duración del evento audiovisual que nos convoque, de ahí también su carácter dinámico y efímero.
Nuevos escenarios y modos de estar juntos
La plataformización de las relaciones sociales ¿reduce espacios de convivencia? Algunos refieren que eso afecta al encuentro entre pares, entendiendo el encuentro como cuerpos en relación no virtual, y tomando la vida virtual como vida sin cuerpo. En el pasado se planteó en este sentido una dicotomía entre apocalípticos e integrados, entre quienes se oponían a la industria cultural que permitía el acceso masivo a determinados productos, y quienes consideraban que esta posibilidad democratizaba el acceso a bienes culturales a un mayor número de personas.
¿Qué sucede frente a este nuevo escenario? Hasta no hace mucho, coordinábamos fecha y horario para ir al cine con amigos y amigas, ver los estrenos de nuestras pelis favoritas. Hoy, el quedar para ver una película o serie junto a otro, no necesita de demasiada planificación. En Rave, como en otras Apps similares, la presencia no requiere de la corporalidad, y aun así, implica un modo de estar juntos. Al modo de Bunz, no dependemos de la técnica sino que disponemos de ella soberanamente.
Como dijo Obama una vez: “en el curso de una sola generación las revoluciones tecnológicas transformaron los modos en que vivimos, trabajamos y hacemos negocios.”
De la misma manera podemos pensarlo con la democratización que implican los consumos digitales, en donde los usuarios son productores de los contenidos, donde consumo, producción y comunicación forman parte de un mismo proceso. Al respecto de esto, Castells, sociólogo español especialista en el tema, decía que la tecnología no determina la sociedad sino que la plasma.
Es interesante matizar, sin embargo, con el hecho de que en las encuestas que realizamos, el 41% considera que estas aplicaciones son un pobre reemplazo de la presencialidad y un 36% que no son un reemplazo en absoluto. Finalmente, la mitad de los encuestados declaró que tras la pandemia seguirá utilizándolas pero en menor medida, frente a un 23% que dijo que sí y un 29% que no.
Rave y aplicaciones similares, aparecen como espacios donde se comparte, se genera conversación, contenido relacional, y se amplía el uso del lenguaje.
Lugar virtual a la vez que corporeidad, combinando lo privado con lo público. El uso y apropiación de estas tecnologías forman parte del entramado social en todas sus dimensiones y establecen una red de relaciones, nuevas formas de comunicación de muchos a muchos, espacios virtuales donde los jóvenes están juntos.
Por Elías Figun, María Pintos, Vanesa Vázquez, Nicolás Ramírez y Ma. Bernarda Rodríguez, estudiantes del Seminario Ciberculturas, ciclo 2021.