En estos días se habló mucho sobre la película “Volver el Futuro II”, ya que Marty Mc Fly (Michael Fox) el protagonista, viajó desde el año 1985 al 21 de octubre de 2015.
El tiempo es una variable lineal, sobre todo cuando lo pensamos en términos de progreso, de avances tecnológicos. Y para la vida de los seres humanos es inexorablemente lineal. Volver al Futuro II acertó en algunas de sus premoniciones, las videoconferencias son bastante habituales en las oficinas. Hay prendas inteligentes -aunque la chaqueta de Marty se secaba sola y eso hoy por hoy es imposible- y, por ejemplo, los Google glass han hecho realidad la secuencia en que unas gafas permiten responder al teléfono.
Pero no siempre el tiempo puede ser lineal. Cuando el análisis se focaliza en aspectos del devenir de las sociedades podríamos, arbitrariamente, establecer ciclos, lapsos de tiempo espiralados, girando en torno a un mismo centro de atención sin despegar hacia adelante, o en avances y retrocesos, marchas y contramarchas.
La idea de progreso es de linealidad hacia adelante, pero esta idea puede ser ficticia cuando se problematiza la realidad en el marco de un análisis histórico social y político.
La historia del desarrollo científico tecnológico en Argentina no escapa a esa lógica, no es lineal hacia adelante, se ha avanzado y retrocedido por periodos históricos y políticos, signados por dictadura y democracia, neoliberalismo y defensa de los intereses nacionales, integración con los países de la región o intentos por fortalecer los vínculos con el norte.
ARSAT es parte de esta problemática, su historia es la del desarrollo científico tecnológico argentino y su puesta en órbita es el fruto de la recuperación de una mirada que coloca al conocimiento como factor de desarrollo y ejecuta políticas en ese sentido. La creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, el programa Raíces que ya repatrió más de un millar de científicos que se desempeñaban en el exterior, el aumento de las partidas presupuestarias que asignan más recursos para la ciencia, la tecnología y la educación son algunos de los aspectos que suponen que en el campo científico tecnológico se han tomado las medidas tendientes a dar una linealidad hacia adelante al desarrollo de la ciencia y la tecnología, el desafío sería entonces no retroceder.
La historia
La puesta en órbita de los satélites ARSAT 1 y 2 es el resultado de un largo proceso de trabajo que comenzó en abril de 2006, cuando el gobierno de Néstor Kirchner creó la empresa ARSAT para hacerse cargo del servicio satelital, en reemplazo de Nahuelsat, un consorcio privado encabezado por la alemana Daimler Chrysler Aerospace (hoy, Airbus) y la italiana Finmeccanica.
A este consorcio extranjero se le había adjudicado en el año 1991 la provisión y operación de dos satélites, el Nahuel 1, que fue puesto en la posición orbital de 71,8 grados oeste en enero de 1997. A la vez, el segundo debía ser colocado antes del 19 de octubre de 2003 en la posición de 81 grados oeste, espacios asignados para la Argentina por la Unión Internacional de Telecomunicaciones.
Sin embargo cuando llegó la fecha, Nahuelsat no había siquiera comenzado a construir el segundo satélite, incumplimiento que puso en riesgo la preservación de la posición orbital de 81 grados oeste, que estaba siendo reclamada por Gran Bretaña.
Fue en ese momento cuando el gobierno argentino solicitó una prórroga de dos años y comenzó a considerar opciones. En conclusión, la disposición fue montar un satélite argentino y entretanto ocupar la órbita 81 con un equipo alquilado. Posteriormente se sumó la necesidad de arrendar un segundo satélite para ocupar la órbita 71,8 grados oeste ya que a principios de 2010 el Nahuel-1 cumplió su vida útil.
Con el fin de concretar la construcción de los satélites Arsat-1 y Arsat-2, se creó la empresa estatal Arsat (Empresa Argentina de Soluciones Satelitales Sociedad Anónima), que cuenta con los derechos exclusivos para operar y comercializar los satélites de comunicaciones geostacionarios. Y se sumó como contratista a Invap, responsable del gerenciamiento de estos proyectos, el desarrollo completo de la ingeniería, su fabricación y los ensayos.
Según su propia página web, Invap es una empresa dedicada al diseño y construcción de sistemas tecnológicos complejos, con una trayectoria de más de treinta años en el mercado nacional y de más de veinte en la escena internacional. Su misión es el desarrollo de tecnología de avanzada en diferentes campos de la industria, la ciencia y la investigación aplicada, creando “paquetes tecnológicos” de alto valor agregado tanto para satisfacer necesidades nacionales como para insertarse en mercados externos a través de la exportación. La empresa fue creada en el año 1976 a partir de un convenio entre el Gobierno de la provincia de Río Negro y la Comisión Nacional de Energía Atómica de Argentina.
Finalmente, en octubre de 2014 y en septiembre de 2015 se realizaron los lanzamientos de los satélites geoestacionarios argentinos Arsat 1 y 2 respectivamente. El proyecto supone una inversión de entre 150 y 200 millones de dólares, proceso que llevó más de siete años y más de un millón de horas hombre. Esto permitió a la Argentina preservar sus órbitas satelitales, posicionarse como uno de los pocos países que cuentan con la posibilidad de producir sus propios satélites de telecomunicaciones, entre los que están Estados Unidos, Rusia, China, Japón, Israel, India y la Eurozona. Y posibilita el ahorro de unos 25 millones de dólares al año, genera más de tres mil puestos nuevos de trabajo y coloca a la Argentina como proveedor regional de servicios de comunicación satelitales.
Soberanía tecnológica
La concreción del proyecto Arsat actualizó el debate sobre soberanía tecnológica, un debate que también tiene su historia en el campo científico en Argentina.
Para tratar de comprender de qué hablamos cuando hablamos de soberanía tecnológica recurrimos al matemático, químico y epistemólogo Oscar Varsavsky, que en el año 1974 publica “Estilos tecnológicos: propuestas para la selección de tecnologías bajo racionalidad socialista”, reeditado en el año 2013 por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva.
En dicho trabajo el autor plantea que: “el método que presentamos tiene la pretensión de servir no solo para los típicos proyectos de inversión sino para una amplia gama de decisiones: evaluación de instituciones (incluso control de gestión), proyectos de investigación técnica y científica, organización de sistemas institucionales, elección de grandes líneas de desarrollo tecnológico, métodos de participación, de motivación, de concientización política, etc.”
Varsavsky escribe su obra en un momento muy particular, cuando el mundo se ve afectado por la crisis del petróleo, un contexto donde se cuestiona la racionalidad de los diferentes modelos. El autor toma postura sobre el tema que es central en su desarrollo teórico: “Diferentes criterios darán diferentes tipos de racionalidad; el criterio de maximizar ganancias y otros similares son típicos de la racionalidad capitalista –que todavía muchos economistas consideran la única merecedora de llamarse “racionalidad” porque se basa en cálculos numéricos–, y aquí describiremos otros que nos atrevemos a llamar de “racionalidad socialista”, aun sabiendo lo polémico que es ese adjetivo. La racionalidad no se limita a la elección de medios –tecnologías– sino ante todo de fines; qué viene antes que cómo”
Aunque la obra está escrita en tiempos que podríamos caracterizar como pre revolución tecnológica, existe una preocupación por entenderla no como un hecho aislado sino en el contexto social en que se inscribe: “el método propuesto parte de la necesidad de tomar en cuenta, para juzgar una tecnología, muchos criterios simultáneos, de los cuales una buena parte son difíciles de cuantificar y reducir a una unidad común por su carácter esencialmente social o político”.
La mirada que el autor plantea es esencialmente política, porque los debates de la época tenían ese carácter. El período neoliberal se caracterizó por la predominancia de lo económico por sobre lo político, la cuestión pública pasó a ser una consecuencia del resultado económico. Por el contrario, hoy la política ha ganado centralidad frente a los resultados económicos, lo que hace más actual la propuesta de este autor: “todas aquellas características de la tecnología que obedecen a objetivos del Proyecto Nacional forman lo que llamamos “estilo” tecnológico, y nuestra ley de relativismo tecnológico afirma que a cada Proyecto Nacional corresponde un estilo tecnológico óptimo. Esta ley no aspira a una validez cuantitativa: sólo dice en resumen que de las distintas maneras de hacer tecnología hay algunas que se adaptan mejor que otras a los objetivos nacionales (cuando éstos se han definido con una mínima claridad).»
El modelo que propone Varsavsky no es una construcción cerrada, por el contrario como él mismo plantea: “creemos que aquí se da un paso más, de los muchos que hay que dar hasta definir una política tecnológica que desde su misma concepción respete las características de la sociedad a construir y no ayude a desviar el camino hacia ella”.
Una política integral
No solo por ARSAT el Estado ha avanzado en adquirir un nuevo rol en el sistema de comunicaciones en Argentina. Este no es un dato nuevo, ya en el 2008, en el documento de avance del Plan Estratégico Territorial, en el capítulo sobre infraestructura en telecomunicaciones se expresaba: “a partir de las telecomunicaciones, en su doble rol como actividad en sí misma y como vehículo y soporte de otras industrias, se posibilita que la sociedad acceda a la información, la cultura, la educación, el entretenimiento, el comercio, el trabajo, entre otros. En ese sentido, la Agenda de Conectividad para las Américas elaborada en Quito, en el marco de la Comisión Interamericana de Telecomunicaciones (CITEL), rescata el derecho humano a la comunicación y por lo tanto, el deber por parte del Estado de garantizarlo”
El eje vertebrador en el territorio es plan Argentina Conectada a partir de la conclusión de la Red Federal de Fibra Óptica (REFEFO). Una vez concluida la totalidad de esta obra, programada para finales del año 2015, la red contará aproximadamente con 58.000 km de tendido de cable de fibra óptica, lo cual se estima posibilitará la conexión al 97% del territorio nacional (el 3% restante tendrá acceso vía conexión satelital). Si establecemos una comparación con el tendido de la red ferroviaria que en Argentina se inició a fines del siglo XIX, respondiendo a intereses económicos y políticos ligados al modelo agroexportador, esta obra la equipara en magnitud. Aunque responde a una lógica opuesta de interpretar y planificar el territorio, ya no a intereses sectoriales, sino con objetivos de integración territorial que marcan una nueva estrategia de nación.
El Plan Argentina Conectada incluye la creación de ARSAT S.A., pero además un componente de inclusión digital mediante los Núcleos de Acceso al Conocimiento (NAC) y los Puntos de Acceso Digital (PAD), la Televisión Digital Terrestre, y otras acciones que pueden considerarse estratégicas en el marco de una política de estado en el ámbito de la comunicación digital. Esto, sin duda, modificará el mapa de actores y las relaciones entre los mismos en el ámbito de las telecomunicaciones. De todas formas, la opción estado/mercado, o la búsqueda de un equilibrio entre ambos, siempre tiene un carácter ideológico y político. En los últimos años, en América Latina el Estado ha reconfigurado su rol respecto al diseñado por el consenso de Washington en la última década del siglo XX y, seguramente, en un escenario de tensión se avizoran inevitables cambios, ya no solo por el factor tecnológico sino por el acontecer histórico y político.
Por Demian Querzola, Ramiro Ortega y Néstor Taborda, estudiantes del Seminario Ciberculturas, ciclo 2015.