La historia del teléfono no ha sido siempre igual. A lo largo del tiempo, ha evolucionado a partir de innovaciones tecnológicas y sociales que fueron complejizando cada vez más al “aparato”. Pero también, quedan impresos en las calles los viejos recuerdos de aquellos artefactos que en su momento fueron tendencia. 

En la tarde de un jueves común en la ciudad de Rosario, la esquina de Rioja y Alvear se llena de personas que entran y salen del Sanatorio Parque. Niños, adultos y jóvenes circulan por la vereda, cada uno sumido en sus compromisos; ¿Qué sucedería si frenan y levantan la cabeza antes de seguir caminando? ¿Lo verían? Antiguo, gris y plateado; estancado en el tiempo pero lleno de significado; abandonado en su uso, aunque no por la mirada de los transeúntes. Familiar para cierta generación, desconocido por otra; y sobre todo, allí firme y dispuesto para que lo (re)conozcan: el teléfono público. 

A las generaciones que crecimos con el invento del celular, comprender que muchas veces el único medio de comunicación que existía era esa cabina, parece extraño y nos remonta a un tiempo pasado, pero sin embargo, se puede percibir que la estrategia de la ubicación es increíble. Afuera de un Sanatorio, a la salida de un shopping, en medio de una galería peatonal, a la salida de una escuela de cadetes y por increíble que suene, en la puerta de entrada del primer piso de nuestra facultad. 

La historia del teléfono se remonta al siglo XIX, donde el rumbo de las comunicaciones cambiaría rotundamente. Peter Burke -historiador especializado en cultura moderna-, en su libro De Gutemberg a Internet, escribe: “Se convirtió en un instrumento de comunicación público y privado.” Esta oscilación, entre lo público y lo privado, se volvería una constante a lo largo de los años; aquello que empezó conectando determinadas zonas específicas, se convirtió a pasos agigantados en un medio masivo de comunicación. 

Desde 1796, cuando Alexander Graham Bell -inventor norteamericano nacido en Escocia-, patentó su “teléfono”, hasta nuestra actualidad, el novedoso aparato ha evolucionado notablemente, en especial a partir de la implementación de las últimas tecnologías que han posibilitado su modernización, a tal punto que pasó de permanecer fijo en un espacio de los hogares (de los hogares más pudientes), a transportarse en el bolsillo de cada quien y formar parte de nuestro día a día. 

Era el año 2015 en la ciudad de New York cuando el último teléfono público fue quitado de las calles, un emblema que en su tiempo salvó vidas y distancias ahora desaparecía para siempre de la icónica ciudad que no duerme ¿Qué los reemplazó? La nueva era tecnológica, los puestos andantes de Wifi, lugares para cargar los dispositivos móviles que pueden sacar a los ciudadanos del apuro. Entra lo nuevo, sale lo viejo. 

En nuestra ciudad quedan sólo vestigios de lo que un día existió y era la única forma de comunicar, las cabinas telefónicas. Siguen allí aunque al levantar el tubo no haya más que silencio, a pesar de que los cospeles ya no sirven y las teclas de metal hoy sean reemplazadas por teclados táctiles. Es la reafirmación de que la comunicación ha evolucionado, pero el recuerdo queda. Lo que era nuevo y ahora es viejo perdura fijo en el cemento de las calles rosarinas. Se sustituye lo fijo por lo móvil, pero se sigue con la carga a cambio de llamadas y otros beneficios, no hay un teléfono separado de los números, ya no hay ni siquiera teclas de metal, fueron reemplazadas por lo táctil. 

 

Un mundo laboral diferente 

En el mundo actual, globalizado e interconectado, los ámbitos laborales utilizan los celulares como herramientas para desarrollarse y para generar nuevas formas de empleo. El famoso teléfono ahora se reduce y concentra en un aparato móvil que tiene la capacidad de conectarse a diferentes redes y las convierte en su mano derecha para la ejecución de tareas y proyectos. El teléfono y la computadora hoy se fusionan dentro del celular. Es tal el avance de la tecnología que incluso podemos identificar empresas que se manejan en la virtualidad, provocando una disminución en los derechos laborales del personal trabajador. 

Aunque también, esta globalización e interconectividad permite que muchas personas que generan contenido (autogestivo) puedan cargar, a partir de su celular, su material a las redes sociales y así pasar a formar parte de una comunidad virtual. El celular, que contiene parte del teléfono, sigue creando redes y salvando distancias. 

Por ejemplo, Pablo Busso tiene 26 años y actualmente trabaja para el medio de comunicación ESPN. Desde hace unos meses, se encarga de la cobertura en Redes Sociales de la Liga Argentina de Fútbol. Él comenta que en su trabajo actual, es vital el uso del celular durante toda la jornada: “Debo estar atento a indicaciones que se me hacen desde Buenos Aires, con gente que nunca he visto personalmente.” 

Para él, el celular es necesario en diferentes actividades: “Hago las anotaciones que luego debo mandar allá, para lo cual preciso un bloc de notas, hora, cronómetro e internet móvil por si acaso. En caso de cumplir la función de redes sociales, la necesidad es incluso mayor, ya que es lo único que se utiliza para el material multimedia: fotos y videos son enviados a las oficinas para que puedan subir el material inmediatamente.” 

Cruzando el charco generacional, Néstor, docente de inglés de 60 años, cuenta que durante la pandemia tuvo que adaptar sus prácticas al contexto de la virtualidad utilizando toda herramienta disponible en internet. Afirma que durante la pandemia se agudizaron las diferencias sociales y que la misma “ha dejado demasiado al descubierto las terribles desigualdades y dificultades sociales que imperan en esta coyuntura: no todo el mundo pudo afrontar –conectado– este terrible momento y las brechas ya existentes, se profundizaron aún más». 

Sea con una ficha o a través de la electricidad, el teléfono no funciona si no se carga. A pesar de los años y usos que los separan, las cabinas y los móviles comparten esta característica. Las redes sociales abrieron una serie de posibilidades donde todos estamos conectados y compartiendo información constantemente a través de fotos, videos, palabras o audios. El teléfono en la cabina, en su momento, revolucionó una era. Pero en el aquí y ahora es la foto, el paisaje urbano y el recordatorio. Internet revolucionó el mundo y, en especial, al de las comunicaciones. 

Por Mara Ríos, Gina Garbolino, Rafaella Randello y Julián Correa, estudiantes del Seminario Ciberculturas, ciclo 2022.