“Un intelectual público es aquél que se relaciona con los hombres y mujeres de su tiempo”

El pasado 15 de septiembre, Atilio Borón brindó una charla magistral sobre el rol del “intelectual público” enfrentado a la versión clásica del graduado “académico” de las UUNN. Fue en el marco del XII Congreso Nacional y V Internacional sobre Democracia llevado adelante en la Facultad de Ciencia Política y RRII de la UNR.

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Iniciada con un fuerte y caluroso aplauso a las Madres de la Plaza 25 de Mayo que se encontraban presentes en el aula, la exposición se tiñó de los debates que atraviesan la región en el último tiempo. Pero no comenzó hasta que las autoridades presentes le reconocieran su gran labor como intelectual en el proceso de restauración democrática dónde “él fue de inspiración” para pensar de forma distinta las ciencias sociales.

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“Necesitamos que Atilio, a partir de su enorme praxis, nos ayude a poner en escena nuevas preguntas que nos interpelen y nos ayude a sacarnos de esos lugares seguros de la conciencia que nos desapasionan”, sostuvo, momentos antes de que tome la palabra Borón, la Secretaria de Extensión de la FCPOLIT Lic. Paula Contino. Solo así, y con aula llena, pudo empezar a inquietar las conciencias de los presentes.

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Al inicio, Atilio Borón, en una suerte de tantear el terreno, al terminar cada frase (que era cada vez más contundente) agregaba una pregunta: “¿Verdad?”. Al ver que el público era fiel a sus convicciones tomó el toro por las astas: “Las Universidad debería formar intelectuales políticamente incorrectos. Hay que dar una batalla para que una facultad como ésta no forme intelectuales bien pensantes, tiene que formar intelectuales (como decía Edward Said) que tengan osadía […] es decir que salgan a enfrentar este mundo, salvo que estén de acuerdo con este mundo, en cuyo caso podrán tener otras aspiraciones”.

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“Yo hablo de una variante del intelectual público, o sea el intelectual que no se queda dentro de las 4 paredes de la academia. El otro no me interesa, no quiere cambiar el mundo, se siente cómodo en él, no tiene nada que objetar. […] Me interesa el que sale y le habla a la gente común y corriente” y agregó basándose en Edward Said que el intelectual “es aquél que no se deja comprar por gobiernos o corporaciones y siempre tendrá una opción de ponerse del lado de los más débiles, de los ignorados, de los olvidados, los que no tienen voz; o hacerlo junto a los más poderosos. Mi idea –sostuvo Borón brillantemente- es que este intelectual público toma partido por lo primero. Esa es la gente que necesita”.

Borón sostuvo algo que a muchos, en ese momento, les sacó una sonrisa. Sostuvo que en la Argentina somos privilegiados por ser cientistas sociales y que para ser intelectuales públicos habría que escribir para las grandes mayorías y estar atravesado por un sentimiento de transformación social. En contradicción a este aspecto se encuentra el intelectual clásico, académico, cuyo único propósito es, en palabras de Borón, “cuantas veces ha sido citado su ‘paper’ en otras investigaciones”. Su expresión está en que no se puede trasladar el lenguaje académico de una investigación a la masividad porque simplemente no hay entendimiento de parte de las mayorías. O en el ejemplo contrario, un texto de investigación sin el lenguaje elitista es considerado plano por más que establezca aportes fundamentales a la interpretación del problema, comentaba entre risas el Ciencista Político. Entonces ¿Qué hubiese pasado con el “Principe” de Maquiavelo o “El Contrato Social” de Rosseau, si se le aplicaba la lógica actual? “hubieran sido consideradas intromisiones del periodismo antes que aportes a la Ciencia Política” afirmó Borón y agregó: “Hoy hay que dar esa batalla para acabar con esas visiones, tenemos que empezar derrumbando las barreras que separan las carreras que ofrecen conocimientos segmentados”.

A aula llena y con una charla consistente, siempre en el mismo tono pero con una pasión detrás de cada palabra, llegó a contar suposiciones divertidas en las cuales se incluía a Copérnico siendo evaluado por un comité académico de la UBA. Pero con todo intentaba demostrar algo que es mucho más profundo y que, luego, terminó admitiendo: “Uno puede dar la pelea dentro del plano académico, pero es insuficiente… tenemos que salir, tenemos la obligación moral de salir a decir nuestras verdades”. En este momento algunos se mostraron obnubilados con tal simpleza de análisis. “Lo básico sería que cada uno de nosotros haga un juramento hipocrático en el cual juremos decir la verdad y denunciar la mentira” afirmó, a lo que algunos atinaron a aplaudir.

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Lentamente aquella exposición sobre el rol del intelectual fue virando a una magnífica exposición analítica de la situación política de nuestros tiempos. Y con la fidelidad intacta de los asistentes que anotaban frases determinantes (y que siempre eran acompañadas por la mano izquierda de Atilio Borón en una sintonía que hacía coincidir cada hincapié con cada toque de su mano en el escritorio), se podía notar, en la mirada atrapante de diferentes personajes, la misma pasión que unía al que exponía con los que estábamos escuchando.

“Siempre se ha considerado mantener una “neutralidad correlativa”, sin embargo los que han sido transgresores son los que han quedado en la historia” Borón.

Así, luego de dos horas de una charla ininterrumpida llena de anécdotas y ejemplificaciones y de algunas preguntas respondidas, nos dejaba pensando Atilio Borón. Seguramente habrá dejado a muchos con inquietudes que solo se podrán resolver si salen de las cuatro paredes de la academia.

Por Agustín Fernández, Natalia Fernández Baez y Manuel Leiva. Estudiantes del Seminario Ciberculturas 2016.