“El mayor aporte que hizo el feminismo al cambio social fue pensar la ciudadanía como algo plural”, así lo afirmó Amparo Moreno Sardá.
La licenciada, oriunda de Barcelona, se presentó en el congreso sobre Democracia organizado por la UNR como oradora en la ponencia “sin feminismos no hay democracia”.
La jornada comenzó muy temprano por la mañana. Poco a poco la gente iba llegando dispuesta para comenzar con la conferencia que contaba con la presencia de una figura especial, una profesional de la Universidad de Barcelona. Su tonada en el pasillo me hizo reconocerla al instante.
Luciano Fabbri, docente de la UNR, hace la presentación oficial de Amparo Sardá, periodista, Licenciada en Filosofía y Letras, y también en Geografía e Historia pero, lo más importante, feminista. Responsable de crear el concepto de androcentrismo y la crítica del mismo concepto en el discurso académico, haciendo foco en la construcción de nuevos paradigmas orientados a propuestas no androcéntricas.
A continuación de esta breve presentación, los presentes dan una cálida bienvenida con aplausos para escuchar la palabra a Amparo. Luego de responder a las típicas formalidades y agradecimientos se dirige a explicarnos el tema que la trajo hasta la Argentina. Estudiosa y autora, como se dijo al principio, del concepto de androcentrismo, planteado como la práctica, consciente o no, de otorgar al varón y a su punto de vista una posición central en el mundo, las sociedades, la cultura y la historia. ¿Cómo se expresa el androcentrismo en las ciencias sociales? ¿Cómo elaboramos la políticas públicas? ¿Cómo podemos intervenir en el sistema democrático? Y se plantea a ella misma y al público presente un interrogante: ¿lo que hacemos en la academia, ayuda realmente a mejorar la sociedad? La respuesta de su parte es rápida: no siempre colabora y, a partir de esto, surge la necesidad de cuestionarse. Ese será justamente su disparador y el tema principal para el resto del discurso.
La investigadora comienza a contar su recorrido y la historia que la condujo, como académica, hacia esta construcción del androcentrismo. Su punto de partida principal es el cuestionamiento al discurso académico de la Historia y las Ciencias Humanas y Sociales donde planteaban una dificultad radical, ya que: “el concepto hombre con el que se construye no se refiere realmente al conjunto diverso de mujeres y hombres, sino solamente a una parte, a los varones adultos de las clases y los pueblos dominantes que ejercen el poder en los escenarios públicos y para ello adoptan un modelo de comportamiento específico que podemos definir como un arquetipo viril”.
En esta parte del debate, Amparo se pone más que nunca en su rol de profesora y, como si estuviera en una de sus aulas enseñando, usa el pizarrón para explicarnos este modelo que le llevó tanto tiempo analizar, deconstruir. Para ello nos remonta a la polis, al mundo griego, y cita a Aristóteles: “para hacer grandes cosas hay que ser tan superior como lo es el hombre a la mujer, el padre al hijo y el amo a los esclavos”. Esto le permite explicar su hipótesis inicial que es la del arquetipo viril, un modelo en el que se asume como natural y superior la voluntad de dominio de unos seres humanos sobre otros y, para poder definirla positivamente, ha de definir negativamente aquellas acciones humanas que se orientan a la reproducción de la vida y el entendimiento. Un modelo construido históricamente para modelar a los varones que han de formar parte de los ejércitos, pero que puede ser asumido también por cualquier hombre o mujer que acceda a realizar tareas similares. La construcción de este modelo superior viril forma una especie de sistema de clasificación social vinculado con la organización privada y pública de la vida social.
Otro de los rasgos del pensamiento androcéntrico se relaciona con las divisiones sociales, que tienen que ver con formas de dominio, ciertos pueblos determinan el dominio sobre otros, y se produce un juego de jerarquías entre el varón y la mujer, del cual resultan todo tipo de alianzas y complicidades. Estas mismas alianzas y complicidades se producen en el campo político, se conquista por medio de éstas. Hay también apropiación, se lo hace propiedad privada. Debemos pensar la política en una perspectiva amplia, que incluya lo público y lo privado. Sobre esto agrega además que: “De este concepto parcial de lo humano se deriva el orden androcéntrico del discurso académico de las humanidades y las ciencias sociales que alimenta la información de actualidad y los debates políticos”.
En nuestros días se puso de moda el término género. Su planteamiento es desde un feminismo que no ha seguido los caminos convencionales y limitados de los estudios de género, que han dejado de lado que en verdad es solo una categoría biológica, un modelo. Podemos afirmar que no hay un solo modelo de género, son antagónicos y son varios.
No tenemos la capacidad de modificar la sociedad, debido a que somos una máquina y estamos educados bajo dos modelos, uno para lo público y otro para lo privado. Aprendemos de esos modelos, pero también admitimos que queremos cambiarlos. Por eso mismo afirma que estudió el androcentrismo para así poder construir explicaciones no androcéntricas y de este modo intentar transformar la sociedad. Afirma que: “El mayor aporte que hizo el feminismo al cambio social fue pensar la ciudadanía como algo plural, de ahí que ya no hablemos solo de ciudadanía, porque como feminista no me quiero limitar a los estudios de género y a solo hablar de las mujeres quiero hablar desde la pluralidad de posiciones y sobre la pluralidad de posiciones”
Para ir cerrando, nos cuenta que: “La crítica al pensamiento androcéntrico ha resultado imprescindible para poder adoptar otra perspectiva que hemos definido como no-androcéntrica, término con el que queremos expresar que nos proponemos tener en cuenta y valorar como significativo todo aquello que hemos aprendido a valorar negativamente y excluir de las explicaciones académicas convencionales, androcéntricas”. Se hace imprescindible también para poder comprender los fenómenos que ocurren en las sociedades contemporáneas y en los medios de comunicación masivos. Si bien este discurso androcéntrico intenta mantenerse, debemos reconocer nuestras diversidades y hacer visibles nuestras desigualdades, y concluye: “igualdad sobre los derechos sí, otras desigualdades no”.
Por Pilar Bordoni y Betiana Simonutti. Estudiantes del Seminario Ciberculturas 2016.